por Belén Sánchez Martínez
Las ciudades y su urbanismo me recuerdan tristemente a ‘contratos basura’. Se crea una relación entre el empleado (ciudadano) y la empresa urbana (gobierno, ayuntamiento, promotoras…) que dista mucha de cordial y respetuosa. Tan sólo se busca el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo. No importa tener empleados descontentos, con sueldos miserables y en condiciones lamentables. Así obtenemos ciudades llenas de desperdicios. ¿Y qué podemos hacer frente a tal tiranismo? ¿La solución estará en los Sindicatos Urbanos?