por Javier del Amo
Hasta el 15 de Noviembre, en la Sala de Exposiciones del Canal de Isabel II, se expone la muestra Identidades, de Miguel Trillo, un auténtico pescador de ciudadanos anónimos que hacen de la ciudad su hogar.
Nacido en el Campo de Gibraltar en 1953, Miguel Trillo puede ser considerado, después de haber cumplido más de tres décadas de labor fotográfica, como un testigo privilegiado de una época. A lo largo del tiempo y con una constancia férrea, ha documentado la evolución de las jóvenes tribus urbanas en la España de la Transición hacia la democracia y hasta nuestros días. Sus fotografías han sido incluidas en las publicaciones españolas más innovadoras del último cuarto de siglo y componen un retrato colectivo del todavía inconcluso proceso de una sociedad hacia la normalización que le permita ser considerada como un país avanzado del siglo XXI.
Se inició en la fotografía profesional con la experimentación en la década de los años setenta elaborando sus «fotografías fantásticas»,de talante surrealista y planteando composiciones inventadas. Editó después el legendario fanzine «Rockocó» y se centró en fotografiar paisajes urbanos todavía recurriendo al blanco y negro.
Trillo formó parte activa a la vez que discreta de lo que en los años ochenta se bautizó como «movida madrileña» registrando a los protagonistas de conciertos de la movida, del new wave londinense y neoyorkino y fotografiando a los iconos mediáticos de aquella época.
Posteriormente recorrió el estado español buscando esos jóvenes raros, diferentes, corrientes que pueblan nuestras calles para dejar constancia de que una nueva generación de mods, punkies, siniestros, raperos o heavies había dejado atrás el franquismo. A partir de 1994 se ocupa de retratar a jóvenes en ciudades de España y países fronterizos. Desde entonces la obra de Miguel Trillo de algún modo se integra en los procesos de globalización audiovisual.
De un modo general su obra pertenece al género de la fotografía documental: un registro que vivifica el hecho, dando cuenta de los encuentros del fotógrafo con los sujetos fotografiados gracias a la relación accidental, en su caso mostrando aspectos e indumentarias de la vida cotidiana de jóvenes anónimos en la ciudad. En este sentido el enfoque que Trillo hace de las tribus urbanas es afirmativo y está claramente puesto al servicio de un fin: «la vida y la obra de un artista están en su coco y en su manzana habitual. No hay que confundir el arte con la realidad en porciones» afirma para después añadir con la sabiduría que ha ido aprendiendo de la ley de la calle: » si separamos a los artistas en dos grupos, cazadores y pescadores, yo seria pescador». Las músicas y las ropas son quizás los signos que unen de un modo universal a esta multitud de sujetos saliendo de la adolescencia o iniciando la madurez que vienen del deporte, el trabajo, la cultura o la noche. visto en arte en la red