El paisaje como elemento vertebrador. La arquitectura de RCR y Arne Jacobsen

por Paisaje Transversal

Por María Camba

 Los espacios reciben su esencia no del espacio sino del lugar. Los espacios donde se desarrolla la vida han de ser lugares.

 Martin Heidegger Construir, habitar, pensar (1951)

Si existe un rasgo fundamental que transite la arquitectura de RCR a lo largo de toda su trayectoria, ese, es el del paisaje como elemento de partida y esencial de su pensamiento arquitectónico.  Esta consideración vital del lugar se encuentra, igualmente, en la obra del gran arquitecto danés Arne Jacobsen, con el que comparten mucho más que un estilo único de dibujo, y que les acompaña nutriendo a lo largo de todo el proceso el desarrollo arquitectónico como herramienta singular e irrepetible.

A pesar de que el nombre de Jacobsen está evidentemente ligado al Movimiento Moderno, y en este la sensibilidad hacia el lugar es prácticamente inexistente, sumado al hecho de que dicha sensibilidad  es un hecho relativamente reciente en la arquitectura actual, sorprende encontramos dicha receptibilidad en la obra del nórdico desde el inicio de su trayectoria profesional en los años 20 del pasado siglo. Su gusto por el dibujo de la Naturaleza desde niño, las largas caminatas por el bosque,  el jardín de su casa en Søholm, y  las influencias del bello primitivismo nórdico son claves para definir la comprensión del entorno en su obra. Sin olvidar, naturalmente, el influjo constante de su maestro en la distancia Erik Gunnar Asplund,  precursor de la arquitectura escandinava moderna y pionero en posicionar como necesario el vínculo entre emplazamiento y arquitectura. Por suerte, este vínculo entre paisaje y arquitectura ha ido en aumento los últimos años, prueba de ello es la arquitectura de RCR.  En sus obras, la frontera entre ambos es tan difusa que se llega a confundir naturaleza y artificio, de manera que al experimentar en la realidad cualquiera de sus proyectos surge un sentimiento universal, a pesar de estar situadas casi siempre en un entorno local apartado de los circuitos convencionales de la Arquitectura.  Acercarse a cualquier obra de RCR requiere una observación previa del paraje en el que crecieron Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta: la región de La Garrotxa en Girona. Referencia de paisaje volcánico, vulcanismo inmóvil que sembró la comarca de reliquias de tussoles, coladas y lavas. Paisaje único y diverso, que ha generado una singular topografía, con abundantes lluvias que hacen posible encontrar en un territorio relativamente pequeño la insólita coexistencia de vegetación mediterránea y atlántica.

Observando detenidamente la acuarela que Jacobsen realizó en el año 1930 de un colorido puesto de helados situado en la zona de baños costeros en Copenhague, y después el dibujo del Pabellón del Baño realizado en Olot por RCR a mediados de los años noventa, encontraremos, además de una destreza incuestionable en su técnica de representación, especial delicadeza en el modo en que el edificio se relaciona con el entorno. En los dos, los árboles, elemento natural, muestran igual protagonismo que lo construido y aparecen como elemento de partida previo al diseño arquitectónico. Comparten, además,  la referencia inmediata a  Mies Van der Rohe y su concepción del espacio horizontal, aquel que queda definido entre dos planos paralelos, suelo y techo, ensalzando el carácter plano del sitio natural el que se asientan.    Su búsqueda de la belleza en la esencia de la arquitectura, la armonía de los escasos materiales, el uso de una geometría modular, la influencia de la tradición japonesa, la elegancia en los detalles constructivos y el manejo de la luz son puntos de conexión entre estas arquitecturas separadas en el espacio y tiempo pero unidas en el saber hacer, transmitiéndonos una sensación de sometimiento a la hora de establecerse en el lugar del modo más amable posible.  

Mientras que en el Pabellón del Baño emergen cajas panorámicas encuadrando los chopos preexistentes a partir de los vacios generados entre vestuarios y  baños, el puesto de helados presenta un frente continuo que discurre paralelo a la vegetación que aparece como borde intocable. Los dos edificios miran hacia el agua, uno sigue el discurrir del Rio Fluvia paralelo al Camino de Santiago, curvándose y flotando levemente para conseguir las mejores vistas acompañando suavemente el movimiento del río, y el otro se abre ante la inmensidad del Mar del Norte con una sencillez que sólo se ve alterada por al atrevido uso del color.

A pesar de ciertas de diferencias, la reflexión y contemplación del lugar por parte de la mirada atenta de estos creadores les lleva a que sea el paisaje el que se apropie de lo construido en una conceptualización arquitectónica del mismo, desplazándose de una arquitectura fundada en el concepto de espacio a una basada en la concepto de lugar.  Artesanos que desde la sobriedad  marcan un camino a seguir, arquitectura conformada de silencio, claridad y sencillez que nos emociona una y otra vez, trascendental sin pretenderlo, que transforma la relación entre el espacio interior-exterior apoyada en una delicada materialidad en ambos casos.

María Camba, Arquitecto, especializada en temas de Territorio y Paisaje, apasionada de la Cartografía, actualmente estudiando la carrera de Antropología y creando piñatas artesanales. Ha colaborado en diversos estudios de arquitectura entre ellos el del prestigioso arquitecto y urbanista gallego César Portela,

Créditos de imágenes:

Imagen 01: Boceto del pabellón de baño, RCR (fuente: http://www.rcrarquitectes.es/)

Imagen 02: Acuarela de Arne Jacobsen, 1931.

Imagen 03: Pabellón del baño, RCR (fuente: http://www.rcrarquitectes.es/)

Artículos relacionados

Deja un comentario