Por Pedro Bravo (@PedroBravo)
¿Tiene sentido organizar un macro evento para discutir los problemas y soluciones de las ciudades aunque previamente ya se haya trabajado el borrador que será casi tal cual el documento final y por tanto no haya nada que debatir? ¿Merece la pena gastarse más de 30 millones de dólares y saltarse todos los criterios de diseño sostenible en un sarao en que el medio ambiente y la desigualdad son ejes esenciales? ¿Hay que crear una fortaleza en un parque público y bloquear una ciudad para pensar cómo hacer mejores urbes? ¿Beneficia en algo a la sociedad montar un pabellón expositivo en el que Movistar, Claro, Uber, el MIT, Suecia, España, Sudán o Palestina, entre muchísimos otros, tratan de explicar lo que quiera que hagan para solucionar las cosas puestas en cuestión en el encuentro? ¿Para qué sirve un documento como la Nueva Agenda Urbana si, como reconoce el propio Director Ejecutivo de ONU-Hábitat, Joan Clos, es “sólo una guía para hacer reflexionar a los Estados” y no un mandato o siquiera una hoja de ruta? Todas estas preguntas y otras tantas que se nos podrían ocurrir con respecto a Hábitat III, celebrado la pasada semana en Quito, Ecuador, tienen una respuesta fácil que es no. Un no con matices.
Por Quito han pasado, del 17 al 20 de octubre, unas 50.000 personas. No sólo para acudir a la Conferencia de Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible, también para asistir a multitud de eventos paralelos, sobre todo a la contra, que se organizaban en distintos lugares de la capital ecuatoriana, de los cuales hay que destacar dos: Hábitat 3 Alternativo, coordinado por el urbanista Fernando Carrión con la ayuda de Jordi Borja en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede Ecuador (FLACSO), y Resistencia Hábitat III, puesto en marcha por movimientos sociales de todo el mundo en la Universidad Central de Ecuador (UCE).
En Quito, pues, ha habido miles de personas, desde académicos hasta activistas pasando por alcaldes, miembros de ONG, científicos y algunos periodistas, realmente preocupadas por los asuntos urbanos y con ganas de transformación, gente que ha podido encontrarse, poner en común, aprender y trazar líneas de actuación que seguro cambiarán a mejor las ciudades de todo el mundo. Y éste es el primer matiz. Hábitat III sí servirá para algo, aún a pesar de la ONU.
Es deslumbrante la pasión por los temas urbanos que se vive en América Latina. Por todas partes hay colectivos, organizaciones, profesores y estudios universitarios y consultoras dedicadas a la movilidad, el medio ambiente, la justicia social y demás temas ciudadanos. Gente muy joven con conocimiento, teórico y práctico, y con muchísimas ganas de saber más, de hacer más. Naciones Unidas lo tiene claro porque hace dos años organizó el World Urban Forum (WUF) en Medellín y batió record de asistencia —22.000 personas, casi 10.000 más que la edición más exitosa de dicho evento, la de 2010 en Río, por cierto—. Por eso, supongo, aceptó encantada la candidatura ecuatoriana para seguir a Vancouver (1976) y a Estambul (1996). Ecuador, además, ha contribuido con al menos dos tercios del presupuesto. La capital que gobierna Mauricio Rodas, aparte de excesivamente protegida por policías y absurdamente bloqueada, estaba abarrotada, sin plazas hoteleras, con los taxis trabajando a destajo y los restaurantes y los bares haciendo cajas estupendas. Los responsables del asunto declararon esperar 80 millones de dólares como retorno tangible y muy optimista (¿1.600 dólares de gasto por asistente?) de la inversión y seguro que mucho más en eso tan intangible y tan de moda que se dice marca ciudad. Los quiteños, amables, pacientes y en la mayoría de los casos ajenos a esos cálculos contables, más o menos sabían lo que estaba pasando pero no dejaban de hacer su vida, quizás más conscientes que los acreditados de que aquello tampoco era para tanto.
Dentro de la Casa de la Cultura del parque El Ejido, donde tenía lugar la cosa oficial, la programación era inabarcable. En las sesiones plenarias, cargos de la ONU y los enviados por los estados miembros debatían sobre lo ya debatido en una especie de playback diplomático. En el resto de las salas de Hábitat III, la actividad bullía tanto en eventos oficiales como paralelos propuestos por colectivos, universidades y organizaciones. Allí había mucha información, talleres y sesiones de trabajo de interés indudable. También, he de decir, cierto espíritu acrítico, una ilusión por participar en un evento histórico que a veces y a según quién le deslumbraba de más. En cualquier caso, era como si esos señores y señoras aburridos de Naciones Unidas hubiesen tenido que invitar a la fiesta a los amigos enrollados de sus sobrinos para hacerla un poco divertida.
De todos modos, no deberíamos decepcionarnos tanto con la ONU, no a estas alturas. Es la diplomacia que tenemos, el resultado de infinitas negociaciones de estados que defienden intereses opuestos no sólo entre unos y otros, sino en muchos casos a los de sus propios habitantes. Eso también es la Nueva Agenda Urbana, puede que el único documento posible para una organización así, reconocida por hacer cosas necesarias pero también por haber dejado pasearse por delante de sus narices guerras, genocidios, crisis humanitarias o mismísimo el cambio climático. Ya se sabe, la vida es eso que pasa mientras la ONU debate si monta una comisión para hablar sobre la posibilidad de preparar un encuentro para discutir la necesidad de establecer una guía para tratar de arreglarlo.
La Nueva Agenda Urbana es, también, un plato combinado lleno de ingredientes y recetas sobre el asunto ciudad, una especie de almanaque en el que está todo o casi todo, generalmente tratado de forma superficial y, desde luego, sin ofrecer soluciones definitivas y tajantes para casi nada. Son 23 páginas y 174 puntos en donde se pueden encontrar temas de economía, equidad, género, movilidad, transparencia, espacio público, medio ambiente, seguridad, planificación… Es el típico documento reversible que los de arriba pueden considerar tan bonito como inofensivo pero que los de abajo pueden en algún momento aprovechar como punto de apoyo para tratar de impulsar cambios ahora que están más o menos escritos. Otro matiz a tener en cuenta.
Desde los eventos contrarios se criticaban varias cosas de Hábitat III y la Nueva Agenda Urbana. Para empezar, el macro evento en sí y su forma de intervenir la ciudad de Quito. Luego, que en el primer punto del documento se diga que está hecho por los líderes de los estados pero también por municipios, movimientos sociales, academia y hasta indígenas. No ha sido realmente así, parece. Y se nota. Para empezar, porque el mismo documento pasa por encima de la reclamación de los alcaldes de tener más poder, más capacidad de administrar dinero público, más acceso a los fondos de los bancos de desarrollo que son los que finalmente en muchas ciudades permiten hacer cosas. Pero hay más.
Por ejemplo, la crítica principal de los ponentes del evento de FLACSO es la falta de profundidad en la mención y significado del derecho a la ciudad. En la programación alternativa con sede en este centro, por la que pasaron Ada Colau, Manuela Carmena, Saskia Sassen, Joan Subirats, Michael Cohen, Janet Sanz y muchísimos otros cargos, expertos e investigadores, algunos de los cuales participaron así mismo en lo oficial, también se criticaron las concesiones implícitas a las empresas en bastantes aspectos, desde la planificación urbanística al big data y lo smart.
Desde Resistencia Hábitat, por su parte, se reclamaba por la falta de verdadero sentido social y por lo erróneo de centrarse sólo en lo urbano y olvidar lo rural cuando no se puede pensar en hacer mejores ciudades sin potenciar el campo estableciendo oportunidades para que sus habitantes puedan quedarse si quieren, no verse obligados a emigrar y a malvivir en urbes que cada vez se hacen más grandes.
Inquietaba bastante salir de esos encuentros paralelos y volver al oficial para toparse a Joan Clos hablando de la Nueva Agenda Urbana. Lo que la Agenda logra esconder tras una redacción eficaz, Clos lo decía a su manera. En las cuatro veces que le oí en distintos espacios —sesión plenaria, ruedas de prensa, encuentros con periodistas…—, nunca le escuché hablar de personas, de espacio público, de derechos, de convivencia. Casi ni mencionó la palabra ciudad. Sólo hablaba de urbanizar, de diseñar las ciudades para así generar valor. Lo decía una y otra vez, seguro, convencido, orgulloso. Y cuando por fin pudimos preguntarle por esa contradicción entre sus palabras, generar valor, y lo recogido por la Nueva Agenda Urbana, reducir desigualdad, contestó que lo de repartir el valor a toda la sociedad le correspondía a los Estados no a la ONU. Lograba así hablar desde ese extraño lugar donde el cinismo y la sinceridad consiguen encontrarse.
Y aquí viene la cuestión esencial que, en mi opinión, puede hacer que se derrumbe todo el nuevo castillo urbano en el aire, que además no es tan nuevo: aunque se hable de atajar las desigualdades, en realidad la Agenda está enfocada al desarrollo económico tal y como lo conocemos, al que no cuenta con las personas. Por eso no se habla bien de derecho a la ciudad, ni de medidas reales para cortar las emisiones —¿qué tal haber mencionado, además de la promoción de la movilidad sostenible, la necesidad de cortar el tránsito de vehículos a motor privados?—, ni de lo rural.
Es como si se hubiese intentado repetir un discurso, el del activismo, sin conocer bien el idioma, con mala gramática, con mal acento. Está por ver si las ganas de transformación de la gente que pasó por Quito y de la que hay en todas las ciudades y los matices positivos mencionados y muchos otros que se esconden detrás del evento, sirven para enseñar bien no sólo el acento y la gramática del discurso del cambio necesario, sino su verdadero significado. Está por ver, también, si de verdad hay quien lo quiera aprender.
Pedro Bravo es periodista y escritor. Además de una novela, ha publicado un ensayo, Biciosos (Debate, 2014) sobre cómo las bicicletas están transformando nuestras ciudades. Mantiene cuando puede un blog sobre asuntos urbanos llamado Desde mi bici en Eldiario.es. Además, pertenece a una cooperativa de comunicación, Soulandia
Otros artículos de Pedro Bravo sobre Habitat III
Este artículo es un resumen que Pedro Bravo ha escrito sobre Habitat III para Paisaje Transversal . Además el autor a escrito una serie de 4 artículos sobre lo vivido y acontecido en Habitat III en su blog Desde mi bici. Os recomendamos encarecidamente su lectura.
Aquí os dejamos los enlaces:
- Hábitat III: a favor y en contra de la «furia constructora de ciudades»
- El derecho a la ciudad contra el espacio urbano como mercancía
- ¿Se puede hacer una ciudad para las personas sin cambiar la economía?
- Entonces, ¿para qué sirve Hábitat III?
Créditos de las imágenes:
Imágenes 1-4: Distintos momentos de la Cumbre Habitat III y los eventos paralelos en Quito (fuente: Pedro Bravo)