#Papers57: Enseñanza del urbanismo como proceso generador de cambio (Parte I)

por Paisaje Transversal

Por Xavier Matilla Ayala (@xavimatilla)

El urbanismo está bajo sospecha. Los responsables políticos no lo consideran una prioridad, y tienden a relegarlo a una simple función de gestión burocrática de la ciudad, en la que el paradigma que debe alcanzarse es la ausencia de conflicto. En la agenda se anteponen las posibles repercusiones en la opinión pública por delante de objetivos vinculados a una verdadera idea de proyecto urbano colectivo. Socialmente, existe el pensamiento extendido de que el urbanismo es uno de los responsables de los males que nos afectan y se sospecha de este permanentemente. En momentos de dificultades económicas y desigualdades generalizadas, las malas prácticas urbanísticas se han impuesto de forma mediática y han ahogado las buenas actuaciones urbanísticas, que parece que nadie ya recuerda. El ejercicio profesional del urbanismo se sitúa en un punto muerto, en movimiento solo por la inercia. Condicionado por la precariedad de las condiciones económicas en las que cuales se desarrolla, pero sobre todo inseguro de su propia utilidad. Mientras tanto, la enseñanza del urbanismo en las escuelas públicas de arquitectura se enmarca 
en un contexto lleno de graves dificultades, fundamentalmente económicas 
pero también de ideas. La gravedad de la situación económica repercute directamente en los aspectos laborales y de estructura orgánica de departamentos y escuelas, y por extensión en el funcionamiento ordinario del sistema. El nivel de atención y los tiempos que requieren estos problemas provoca que la preocupación y la discusión colectiva respecto a los contenidos de la enseñanza de la arquitectura, y específicamente del urbanismo, que en un momento como el actual tendrían que ser centrales
 y prioritarios, se estén posponiendo en el tiempo excesivamente. En este contexto, la evolución y la adaptación de contenidos y métodos responden básicamente a iniciativas individuales, a menudo aisladas y poco coordinadas entre ellas. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el urbanismo no solo se aprende en
 la universidad. Y dentro de los estudios universitarios, tendríamos que diferenciar la Urbanística, como disciplina que tiene por objeto el estudio y la intervención en la ciudad, de otras materias vinculadas al conocimiento científico de la realidad urbana, al margen de la intervención[1]. La discusión de la enseñanza del urbanismo requeriría, pues, de una mirada multidisciplinar y no solo académica. Sin obviar esta cuestión, el presente artículo pretende aportar algunas reflexiones respecto al sentido, los contenidos, la orientación y las herramientas de la enseñanza del urbanismo en las escuelas de arquitectura en el momento actual. Qué sentido tiene la enseñanza del urbanismo A finales de los años 90, el descubrimiento de la disciplina urbanística en la escuela[2], significó, personalmente, descubrir el sentido de los estudios que estaba cursando en la universidad. Tenía la plena sensación de que aquello que se me explicaba hablaba de mi cotidiana realidad. Al enfoque más formal o estético que se imponía en las otras asignaturas proyectuales, se añadía un componente marcadamente social. Las preocupaciones y los objetivos de lo que se exponía estaban motivados por una voluntad de mejorar a nuestra sociedad. Y lo más importante, se transmitía un gran estado de optimismo. La ilusión de aquellos que aunque sepan que todo está por hacer, confían en los argumentos intelectuales y técnicos que tienen para hacerlo. En cambio, actualmente, los vínculos entre escuela y realidad son mucho más difíciles de identificar. Y el optimismo es más complicado de practicar. El urbanismo desde su dimensión y voluntad planificadora siempre ha sido una disciplina vinculada al tiempo futuro. Preocupada por el presente y sus necesidades más inmediatas, pero al mismo tiempo consciente de que la evolución de las ciudades y los territorios requieren de ideas y herramientas que permitan conducir y anticipar los procesos. De la misma forma, la escuela, en su concepto más amplio, es nuestro vínculo con el futuro. En la escuela se establecen los cimientos de los que se convertirán en futuros protagonistas y que, por lo tanto, construirán los nuevos escenarios. Este vínculo con el futuro toma primordial importancia en el contexto actual. La necesidad de replantear la función de la disciplina urbanística y, en su caso, la necesidad de definir nuevos paradigmas urbanísticos, nos obligan más que nunca a hacer de la escuela y la enseñanza del urbanismo el pilar central sobre el cual construir el proceso de cambio. Es preciso tener presente que hasta ahora, si bien en la escuela se impartía el conocimiento básico de la disciplina, la verdadera formación profesional de los arquitectos urbanistas se realizaba en los despachos profesionales dedicados al urbanismo, donde aterrizaban aquellos alumnos a quienes más o menos interesaba la temática. Era en la actividad profesional donde se aprendía la profundidad y complejidad de la disciplina. Donde se descubrían las dificultades para aplicar la teoría a la realidad. En definitiva, donde se aprendía el oficio del urbanismo real, en todas sus dimensiones. En estos momentos no es posible pensar que este tipo de formación se pueda seguir produciendo. De hecho, es posible creer que ni siquiera tiene sentido. El poco ejercicio profesional que subsiste, a causa de sus circunstancias, se dedica mayoritariamente a elaborar documentos y reflexiones, a menudo anacrónicas, que difícilmente podrán generar el contexto cultural y formativo que habilite las reflexiones que requiere la ocasión. Por lo tanto, en este contexto, la escuela se convierte en un espacio único para el descubrimiento y el aprendizaje del urbanismo. De su funcionamiento y eficacia dependerá la adquisición de capacidades de aquellos que tendrán la responsabilidad de construir la ciudad y los territorios del futuro. Bajo el reto de la enseñanza del urbanismo, aparece pues en gran medida el reto de que la ciudad y el territorio continúen siendo unos espacios de reflexión y preocupación central. El reto de cómo construimos la ciudad y el territorio del futuro. El urbanismo en las escuelas de arquitectura Los estudios de urbanística no tienen titulación propia, y se enmarcan en unos planes de estudios de arquitectura, en su fase de grado, de carácter generalista. No es objetivo del presente artículo discutir el predominio de determinados contenidos
 en las escuelas de arquitectura, ni siquiera los intereses específicos que los orientan. Tampoco proponer programas de estudios alternativos o incluso reclamar una titulación propia para la enseñanza del urbanismo. Hechos que seguramente podrían mejorar la calidad de su docencia pero que requerirían de un proceso de reflexión y conocimiento mucho más complejo, profundo y amplio que lo que pueden ofrecer este artículo y quien suscribe.[3] No obstante, independientemente de la discusión del encaje de la enseñanza de urbanismo en un marco general, sí que parece pertinente y útil valorar cuáles son algunas de las características que definen el modelo de enseñanza actual, cuáles son las tendencias y cuáles podrían ser sus consecuencias en un futuro no muy lejano. Educar en la «conciencia urbana» Es preciso tener presente que en las escuelas de arquitectura predomina la cultura del objeto arquitectónico. Tanto por el peso que tienen las asignaturas vinculadas directamente con la dimensión edificatoria, como por el culto existente, fomentado a menudo por las mismas escuelas, por la arquitectura de autor, vinculada al éxito y el reconocimiento personal. Por lo tanto, podemos considerar que la enseñanza específica del urbanismo, a pesar de tener consideración de asignatura proyectual, se sitúa en una posición de desventaja dentro del marco de enseñanza en el que se inscribe. Una condición de inferioridad, tanto con respecto a la disponibilidad de tiempo dentro de los planes de estudios como con respecto a la inercia cultural imperante y las expectativas que ésta genera en los estudiantes. Sería absurdo ignorar la estrecha dependencia que existe entre arquitectura y urbanismo como disciplinas preocupadas
 y ocupadas por la configuración de los espacios en que vivimos. Pero ésta es una convivencia que requiere importantes dosis de comprensión mutua y predisposición al entendimiento. En definitiva, de saber ubicar los límites propios de cada una y saber gestionar conjuntamente los ámbitos compartidos. Estos equilibrios no están escritos en un manual y por lo tanto en cada caso dependen de las circunstancias y sobre todo de las personas, de su conocimiento, carácter, y fundamentalmente de su capacidad de interpretar adecuadamente la situación. Ciertamente ésta es una discusión histórica, más o menos matizada por las circunstancias de cada momento. Incluso la podríamos considerar estéril. Los buenos arquitectos saben de la responsabilidad urbana de la arquitectura y los buenos urbanistas saben de la imprescindible contribución de la arquitectura a la ciudad y el territorio. Y seguramente, fruto de este buen entendimiento han aparecido los episodios más exitosos de nuestras ciudades. Por lo tanto, si trasladamos la discusión de la relación entre arquitectura y urbanismo 
al plan de la enseñanza será necesario que seamos capaces de definir los fundamentos y conocimientos que tienen que fomentar
 el buen entendimiento entre disciplinas. Definir cuáles pueden ser los ámbitos de conocimiento específicos y cuáles pueden ser los compartidos. Sin embargo, con sorpresa, descubrimos que en las escuelas de arquitectura todavía se plantean propuestas docentes que continúan insistiendo en una arquitectura aislada, autista, que dimite de la realidad y de su dimensión urbana. El buen entendimiento entre urbanismo y arquitectura es más importante que nunca. Las situaciones en que la ciudad y el territorio tienen la oportunidad de mejorar sus condiciones en favor de sus habitantes dependen tanto de su planificación como de la arquitectura que las tiene que concretar. Por lo tanto, es muy importante que la escuela de arquitectura, dentro de un marco de estudios generalista, tenga la voluntad y la capacidad para generar entre todos sus estudiantes una verdadera «conciencia urbana». Una conciencia que sitúe la ciudad, física y socialmente, en el centro, como espacio colectivo de convivencia que hay que preservar. Que anteponga el espacio común al privado. Una arquitectura que no eluda su responsabilidad social y no se refugie en su dimensión objetual y estética. Y no me estoy refiriendo únicamente a lo que tradicionalmente se ha conocido como «el urbanismo de los arquitectos» [4] o a lo
 que Manuel de Solà-Morales denominó «la urbanidad de la arquitectura» [5] relacionado con la lectura del lugar y la sensibilidad por cómo los nuevos edificios pueden adaptarse e incluso mejorar su entorno físico inmediato; a mi entender conceptos preocupados fundamentalmente por «la configuración física de la ciudad» desde una visión excesivamente compositiva. Me estoy refiriendo también a cuestiones de carácter programático. Cuestiones que están directamente relacionadas con el fenómeno urbano y que tienen que ver con criterios de reflexión previos a la resolución arquitectónica de los problemas. Es decir, cómo se identifican y se definen las preguntas, los enunciados sobre los cuales trabajar los recursos arquitectónicos.

El proyecto programado de manera aislada en la ciudad ha perdido sentido (si alguna vez lo había tenido) y hay que introducir mecanismos de reflexión urbana para volver a dotarlo de sentido y función. Cómo tiene que ser la vivienda, ya no es solo una cuestión únicamente tipológica. La localización de esta, la asociación con el resto de elementos urbanos que la complementan
en la configuración de la habitabilidad urbana y las garantías de acceso son fundamentales. La configuración de los nuevos equipamientos y dotaciones urbanas (paradigma de los excesos recientes) ya no es solo una cuestión de cumplir con un programa concreto en un nuevo edificio, sino sobre todo de saber interpretar cuáles son las situaciones propicias donde poder ubicar nuevos servicios adaptando programas y funciones, y si es posible reutilizando elementos de la ciudad existente. Por lo tanto, la enseñanza del urbanismo 
en el marco de las escuelas de arquitectura debe tener un papel referencial. Tiene que garantizar la aportación de los mecanismos de reflexión urbanos necesarios que colaboren en la consecución del justo equilibrio entre la enseñanza básica de la técnica proyectual y al mismo tiempo la reflexión crítica respecto a la pertinencia urbana de los proyectos. De forma que todos los futuros arquitectos, independientemente de sus intereses particulares o especialización, hayan adquirido los argumentos necesarios para poder contextualizar desde una perspectiva urbana su ejercicio profesional. [1] Tal y como explica Antonio Font en el articulo «L’ensenyament de la urbanística: interdisciplinarietat i especificitat» al llibre «Aportacions catalanes en el camp de l’urbanística i de l’ordenació del territori, des de Cerdà als nostres dies», SCOT-AAUC, Barcelona octubre 2007 [2] De aquí en adelante el concepto de escuela hace referencia a las escuelas de arquitectura. [3] El artículo de Ricard Pié «La titulación de Urbanismo en España. Una nueva oportunidad» publicado en la revista URBAN 10, Madrid 2005, reflexiona amplia y profundamente respecto la enseñanza del urbanismo en las escuelas de arquitectura, el encaje de los planes de estudio y la pertinencia de una titulación propia. [4] Concepto con el se conoce el enfoque de la enseñanza del urbanismo en el marco generalista que adoptaron las escuela de arquitectura en Catalunya a partir de los años 80. Respecto este concepto, Ricard Pié (2005) señala: «El urbanismo de los arquitectos no es la adición de viviendas y la aplicación de la Carta de Atenas, sino el proyecto de la ciudad, en el que la aportación arquitectónica más importante es la configuración del espacio físico para la convivencia, a través de instrumentos que controlan las condiciones mínimas de la célula residencial, el trazado y diseño del espacio público, la ordenación física del suelo o la regulación de los elementos edificados y sus usos». [5] SOLÀ, MANUEL DE: «La Urbanitat de l’Arquitectura», Lección inaugural del curso académico 2009-2010. http://upcommons.upc.edu/video/handle/2099.2/1236 

Xavier Matilla Ayala es arquitecto urbanista, profesor asociado del Departamento de Urbanismo y ordenación del Territorio de la ETSAV-UPC y socio fundador del estudio Territoris XLM, que desarrolla proyectos de ciudad, territorio, espacio público y paisaje. Actualmente concejal de Terrassa en Comú. 

Puedes consultar todos los artículos de la serie #Papers57 «Discursos emergentes para un nuevo urbanismo» disponibles en Paisaje Transversal Blog en: http://bit.ly/Papers57 

Créditos de las imágenes: Imagen 01: Propuesta para el PGOU de Torrelodones (fuente: Paisaje Transversal)

Imagen 02: Taller de proyectos en la ETSAV (fuente: Xavier Matilla Ayala)

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