El espacio público es el fluido que unifica la ciudad, la trama que cose la edificación y teje las relaciones sociales, económicas y ambientales; condiciona cuestiones tan relevantes como la movilidad, la convivencia y el intercambio cultural de una comunidad, así como la calidad ambiental que repercute directamente sobre la salud de todas las personas. El espacio público determina nuestro día a día, y nos ofrece o arrebata espacios de socialización. Es, por lo tanto un tema prioritario, tanto en la sostenibilidad de la ciudad como en la vida de las personas que la habitan, una cuestión con la que debemos implicarnos no sólo los profesionales del urbanismo sino toda la ciudadanía. Y para ello es necesario que la población sea conocedora de los factores que fijan la habitabilidad y funcionalidad del espacio público al igual que reconoce las características de una vivienda digna.
Mientras que cualquier persona es consciente de su derecho a una vivienda digna y de los parámetros mínimos de habitabilidad, el conocimiento medio general sobre las calidades del espacio público es considerablemente menor, y por tanto también su exigencia sobre el mismo. Por ello sería ideal que la preocupación general política y ciudadana por el espacio público fuera tanta como la preocupación por la vivienda, «de la casa a la plaza».
Esto implica incidir sobre modelos metodológicos y herramientas que ayuden a la ciudadanía a adquirir mayor control sobre las bondades del espacio público, a reconocer las problemáticas, demandar soluciones y promover un uso cívico y ambientalmente responsable del espacio común. Gracias a ello podremos diseñar un espacio público que favorezca la transición hacia ciudades más sostenibles.
En esta doble tarea que nos ocupa —democratizar el conocimiento del espacio público y mejorar su calidad y diseño—, la clave está en empezar a trabajar en la transformación de espacios de centralidad, tanto barriales como del conjunto de la ciudad, a través de procesos ejemplares. Convertir estos espacios en «lugares» a través de procesos de co-diseño que atiendan a las necesidades de las personas, reduzcan los impactos ambientales y potencien la actividad pública. La plaza, el parque o el paseo-bulevar de centralidad visibilizan el potencial del espacio público y son los catalizadores para conseguir la implicación política y ciudadana en su diseño, gestión y mantenimiento.
En última instancia, si queremos transformar el espacio público en una trama viva que conecta ciudadanía, espacios naturales y todo tipo de actividades urbanas es necesario contar con formas de trabajo precisas. Siguiendo esta idea, desde Paisaje Transversal trabajamos sobre metodologías específicas para evaluar la calidad del espacio público y facilitar el diseño urbano: La Triple Dimensión del espacio público y los procesos de co-diseño.
La triple dimensión del espacio público
La metodología de la Triple Dimensión del Espacio Público parte de asumir que un espacio público alcanza un nivel de calidad ambiental y actividad socioeconómica si cumple con unos estándares que permiten que esto suceda. Conocer estos estándares y dotar al espacio público de los mismos es nuestro reto. Para ello, hemos partido de las diferentes teorías existentes sobre el espacio público y las hemos tratado de sintetizar en tres sistemas cuya interrelación asegure la calidad del espacio diseñado:
- Accesibilidad y Conectividad: atiende a la continuidad del espacio con su entorno próximo, así como a su conexión con la ciudad y sus itinerarios interiores, desde la accesibilidad y seguridad.
- Confort e Imagen: asegura que el diseño urbano se adapte a las necesidades climáticas, ecológicas y medio ambientales, al tiempo que vela por integrar criterios paisajísticos y del imaginario cultural.
- Uso y Gestión: esta dimensión resuelve la convivencia de diferentes actividades, usuarios y relaciones, tanto físicamente sobre el espacio como a través de redes de gestión.
Las tres dimensiones del espacio público definen lo que podemos denominar un lugar, ya que las tres en conjunto ofrecen los condicionantes necesarios para acoger y conectar personas, elementos naturales y actividades.
La tarea fundamental consiste en profundizar sobre cada una de las tres dimensiones: tanto a través de preguntas y dinámicas accesibles para la ciudadanía, como mediante la construcción de indicadores de medición que faciliten una aproximación técnica. Concretar un plan/diseño de un espacio público exitoso reside en gran medida en la gestión de un proceso de trabajo conjunto de personal técnico y habitantes sobre estas capas y sus interrelaciones.
En resumen, proponemos partir de una metodología que estructure procesos y herramientas para que la ciudadanía piense individual y colectivamente sobre su espacio, y así fomentar y catalizar una transformación a gran escala de nuestro espacio público.
Créditos de las imágenes:
Imagen 01: Calle mejorada (fuente: Paisaje Transversal)
Imagen 02: Triple Dimensión del Espacio Público (fuente: Paisaje Transversal)
5 comentarios
Me parece que se subestima la capacidad de las personas de transformar y apropiar el espacio. Entregar un espacio con "todo resuelto" es bastante similar a lo que lefebvre denominaba "urbanismo racionalizado". Si bien estoy de acuerdo en que se debe buscar la participación como medio de apropiación, pensar que es el diseño del espacio bajo ciertos estándares o cierta "calidad", el que resuelve los diferentes sucesos que se dan dentro de el, creo que es subestimar y tratar de dar orden a lo que precisamente caracteriza el espacio público: el encuentro con el/lo desconocido, lo extraño, lo diferente. Esto último, muy bien distinguido por Manuel Delgado.
Por otra parte, el co-diseño es esencial en la identificación, apego y consecuente apropiación del espacio (bien lo conceptualiza Moreno y Pol), pero claramente no es eso lo que transforma algo en un "lugar" como señalan. La característica de lugar, como por ejemplo señala Augé, corresponde a un proceso historia, de uso. Sin embargo, me es difícil pensar que un espacio no cumple hoy con alguna de estas características que lo hacen "acreedor" del cartel de "lugar".
Creo que el trabajo de uds es un aporte y hay que seguir discutiendo de estos temas para poder avanzar respecto a la ciudad. Un sincero saludo. Alvaro
Me uno al comentario anterior.
Si condimentamos aun más la mirada sobre la participación.
¿Para qué las personas participan? ¿Por qué y para qué?
Si el para qué se responde solamente por el medio para alcanzar otra cosa, o el espacio público, igualmente se reduce el espacio público.
El espacio es abstracto, los lugares no.
Luego, si la idea es revitalizar lugares, la participación es importante no solo para generar pertinencia, sino para que lo construido, concebido y representado sea un medio para poder facilitar dicha apropiación y no un fin en si mismo. De lo contrario, la participación se vuelve un medio y no un fin.
En primer lugar agradecer los comentarios, como respuesta a las críticas, que consideramos muy alineadas con nuestra visión, decir que la voluntad de este artículo era principalmente sensibilizar respecto a la necesidad de trabajar de modo colabortivo para mejorar de los espacios públicos degradados o inexistentesde las ciudades, y en segundo lugar plantear una metodología de contenidos sobre los que trabajar en estos procesos. En ningún caso queríamos dar a entender que la "triple dimensión del espacio público" permite diseñar espacios públicos de calidad sin contar con sus usuarios, ya que ellos son los verdaderos protagonistas y los responsables de hacer de un espacio un lugar, como bien se puntualiza en los comentarios.
En otros artículos hemos hablado más detalladamente de los procesos de participación para llevar a cabo iniciativas de este tipo, sin emabrgo en este artículo queríamos centrarnos en contar una metodología de contenidos que nos sirve para estructurar los procesos tanto desde la visión técnica como ciudadana.
Esperamos seguir avanzando y mostrando proyectos que visibilicen esta práctica y cómo la triple dimensión del espacio público es una herramienta útil para implicar a ciudadanos , analizar el espacio público y dar con las mejores soluciones de renovación y activación del espacio libre de nuestras ciudades.
La participación social en remodelar o crear espacios públicos no solo permite generar lugares acordes a sus usuarios, con calidad de prestaciones y pertenencia colectiva con ese espacio, sino que también son oportunidades excelentes para profundizar la democracia en la sociedad. Construyendo consensos colectivos que estimulen tolerancia, solidaridad, respeto, valoración de la diversidad y los diálogos entre miembros de una misma comunidad, tanto ciudadanos comunes como funcionarios de gobierno. Considero más apropiado el uso del término diseño participativo en estos casos, donde se diseñará con todos aquellos que quieran ser parte, en pos de acordar entre usuarios o potenciales usuarios y los profesionales del diseño, un producto que contenga todas las variables posibles, tanto desde lo técnico como en las necesidades sociales. Y ese diseño participativo debe ser con metodologías claras, eficientes y con vínculo claro de todos en las tomas de decisiones. Porque la participación social debe ser activa, donde todos los participantes se sientan parte de las decisiones tomadas, para la definición del lugar a construirse. Luego de la materialización de ese lugar, hay que proponer mantener con gestión participativa la administración de lugar. Para lograr que con el espacio deseado producido, su uso posterior siga siendo constructor de democracia y optimización del disfrute del lugar.
Saludos
Muchas gracias Fabio por tu comentario y compartir nuestra visión y sintentizarla de manera tan acertada. ¡Saludos!