¿Hacia una biopolítica de las ciudades?

por Paisaje Transversal

Por Raphaël Besson*

La noción de ciudad productiva emerge como consecuencia del desarrollo del capitalismo industrial. Así pues, el modelo productivista impone su lógica a las ciudades que, desde entonces, son pensadas como receptores pasivos “de acogimiento anónimo de actividades económicas”, según Pecqueur. Las ciudades deben proveer a las empresas recursos genéricos, por ejemplo, con infraestructuras de transportes, un mercado inmobiliario accesible, una mano de obra barata o espacios sectorizados y monofuncionales. En aquella época, la ciudad apenas aflora en el pensamiento económico y si la hallamos, está marginalizada por el interés mostrado a los marcos nacional y regional de la economía.

Será preciso esperar el auge de la llamada economía del conocimiento para que los expertos financieros se interesen (por fin) por la cuestión urbana. En esta nueva economía, el conocimiento tiende a reemplazar los recursos naturales y el trabajo físico como herramientas del desarrollo. Pero el conocimiento que crea el valor no es el conocimiento codificado o informatizable, sino un conocimiento vivo, tácito y “que se está haciendo”. En tales condiciones, los modos de producción cambian. Ya no se trata de producir lo que uno sabe hacer, sino organizar las condiciones del desarrollo armonioso de la inteligencia colectiva. Las consecuencias de estas transformaciones radican en el incremento de las externalidades y en un cambio de la producción, que pasa a hacerse fuera de las empresas. La necesidad básica del capitalismo cognitivo es de “multiplicar los puntos de contacto con la sociedad, con la actividad viviente”.

El territorio metropolitano -que cuenta con sitios de producción y de investigación propios, con su densidad y sus amenidades, su diversidad social y funcional- pasa a ser un lugar central de la producción. Así pues, se activa el conjunto de recursos materiales e inmateriales de las ciudades. Las colectividades crean ‘barrios-laboratorios’ dedicados a la producción y a la experimentación de innovaciones en tamaño natural: barrios de la creación y de la innovación, distritos tecnológicos y de diseño, Sistemas Urbanos Cognitivos. Poco a poco, la producción se abre a toda la sociedad urbana. El efecto de los coworking spaces, los hackers spaces, los fab labs, los city labs y living labs es hacer que lo social sea también productivo. Se invita a los ciudadanos, a los turistas, a los emprendedores, a los ‘utilizadores’ a actuar sobre la fábrica de la ciudad, a participar en el test, en la evaluación y la coproducción de las innovaciones, de los servicios y des los datos urbanos.

Está es precisamente una de las intenciones del proyecto Fab City de Barcelona, cuyo objetivo es que los propios habitantes de la ciudad produzcan por sí mismos “energía alimentos, bienes y conocimientos, en barrios autosuficientes”, según las propias palabras de su director, Tomás Diez. Este proyecto –impulsado por el Fab Lab de Barcelona, la IAAC y la ciudad de Barcelona- prevé la creación de una quincena de micro-fábricas de proximidad, auto-gestionadas por colectivos de habitantes. Otros dispositivos como el kit Smart Citizende Barcelona o los proyectos ‘Airwaves’ y ‘Noisetube’ de Shanghai, cuyo objetivo es dotar a todos los ciudadanos de captores para que midan, en tiempo real, una serie de datos urbanos: contaminación, humedad, temperatura, tráfico, luminosidad, ondas, etc. A través de estas experimentaciones, la actividad de los ciudadanos no solo es captada: el ciudadano, él mismo sensor de su entorno tiene un papel proactivo.

Los centros culturales y de conocimiento no pueden evitar la dinámica de las ciudades productivas. Estos lugares, históricamente pensados como espacios “de retiro y albergues protectores”, han de abrirse y actuar sobre la ciudad. Así pues, las bibliotecas, los museos, los teatros, las universidades y los centros de cultura científica se transforman en ‘Terceros Lugares’. Estos Terceros Lugares agregan poco a poco funciones de ocio, de entretenimiento, de servicio público o de iniciativa empresarial. Se convierten en espacios relacionales abiertos, capaces de estimular los encuentros informales entre una diversidad de actores (artistas, científicos, habitantes) para valorar los conocimientos producidos.

Incluso las infraestructuras resultan productivas. Los smart grids, el mobiliario urbano inteligente, las estrategias de cronotopía, de reversibilidad de las infraestructuras o de gestión temporal de espacios vacantes participan en una misma política de optimización y de activación de los recursos de las ciudades. Recordemos, por ejemplo, la experiencia de los Grands Voisins en París, que hoy día representa de manera adecuada las posibilidades que ofrece el urbanismo temporal. A la espera de la transformación del antiguo hospital Saint-Vincent-de-Paul en eco-barrio, las asociaciones Aurore, Yes We Camp y Plateau Urbain se han unido para asegurar la animación y la gestión temporal de dicho espacio. Ahora el sitio está ocupado por 600 personas en proceso de reintegración (250 viviendas colectivas para los trabajadores refugiados y 350 viviendas de emergencia operadas por Aurore) y 180 estructuras (asociaciones, artistas, artesanos y empresarios sociales), con lo que se alcanza un total de casi mil trabajadores cotidianos presentes en el recinto.

Esta dinámica abarca la cuestión de la naturaleza en la ciudad. Los proyectos de ‘paisaje productivo’ o de ‘biodiversidad positiva’ incrementan el valor de los recursos naturales de las ciudades en una perspectiva de autosuficiencia alimentaria y energética. Tal es, por ejemplo, el caso del Valldaura Self Sufficient Labs, ubicado en el parque Collserola de Barcelona. Este centro verde de 130 hectáreas posee un singular patrimonio natural preservado, y destaca por la riqueza de su fauna y flora. Valldaura fue adquirido por la IAAC en el año 2010, con el objetivo de utilizar tales recursos naturales para coproducir prototipos en relación con la ciudad autosuficiente. Su acción se estructura en torno a tres labs principales: el Energy Lab (producción de energía), el Green Fab Lab (producción de bienes), y el Food Lab (producción de alimentos). Patrocinado por los ministerios españoles, la Universidad Politécnica de Cataluñay el Massachusetts Institut of Technology (MIT), Valldaura, en la actualidad, desarrolla una serie de prototipos (bio baterías, micro bio arquitecturas, paneles bio fotovoltáicos, hornos solares, colmenas conectadas, etc.) destinados a ser testados en el corazón de Barcelona.

Este breve análisis del pensamiento contemporáneo de las ciudades productivas nos incita a formular la hipótesis de una biopolítica de las ciudades. La producción desempeña un papel central, mucho más allá de las instituciones económicas no solamente en lo que son la morfología y las infraestructuras urbanas, sino también la organización social y cultural, los lugares de saber, los espacios naturales y vacantes. Se difunde en toda la sociedad urbana, ya que el conjunto de los actores y las especificidades propias a la ciudad se han vuelto productivos. En tal urbanismo integrado, los solares, los intersticios, los Terceros Lugares y las plataformas digitales colaborativas pasan a ser los nuevos lugares de la producción. Estos espacios intermedios intrínsecamente inestables y propicios a la fricción, se establecen como espacios de experimentación, de creación y de invento de nuevos estilos de vida, de nuevas formas organizacionales y maneras de hacer. Estos lugares evocan sin duda los espacios con «espesores biológicos» tales como los describe Gilles Clément: “Los limites -interfaces, doseles, lindes, orillas, bordes- constituyen en sí espesores biológicos Su riqueza es a menudo superior a la de los medios que separa”.

Por eso mismo, toda la vitalidad urbana se moviliza para la producción. Porque produce, transforma y valora lo vivo, los escollos de la ciudad productiva son posiblemente numerosos. ¿Cómo valorar económicamente producciones procedentes de espacios intermedios o de plataformas colaborativas, desarrolladas según el modelo de lo libre y de lo compartido? Tales producciones sociales no se pueden reducir al estatuto de mercancía. Son muy parecidas a los bienes comunes y el escollo principal sería de captación y de privatización de estos recursos cognitivos gratuitos. Otra trampa de la ciudad productiva consiste en la tendencia a sobre-estimular los contactos entre ciudadanos. Ningún espacio desocupado, ningún solar o intersticio puede resistirse a este movimiento de creación de espacios híper-relacionales. No obstante, ¿no son estos lugares intermedios los últimos albergues idóneos para el refugio de una sociedad urbana en constante aceleración? ¿Y no constituyen bienes comunes que se deben proteger de la voluntad general de transformarlos en Terceros Lugares o en ‘espacios digitales 3.0’? Un último escollo de la ciudad productiva radica en el despliegue de sensores a gran escala, que recaudan y analizan un gran volumen de datos producidos por el ciudadano. Este funcionamiento, que supuestamente optimiza la gestión y el funcionamiento de las ciudades, plantea preguntas y cuestionamientos importantes sobre todo ante las amenazas a las que se enfrentan las libertades individuales.

Así pues entendemos porque resulta necesaria “la regulación de los posibles excesos de las ciudades productivas, a través de una política urbana vinculada a la propia vida, bien sea social, cultural, vegetal o propia a las espacies con un «espesor biológico”. El reto radica en movilizar el conjunto de las fuerzas productivas y creativas que sirven para la organización democrática y ecológica de la ciudad, y menos para una lógica productivista o tecnicismo.

*Raphaël Besson es director de Villes Innovations, Investigador asociado al laboratorio PACTE Crédito de imágenes 01 – Valldaura Self Sufficient Labs, Barcelona. Quentin Chevrier for Makery(fuente: http://valldaura.net/) 02- Grands Voisins, Paris. Luc Legay (fuente: https://lesgrandsvoisins.org/)

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1 comentario

Geotecnia Fácil 30 agosto, 2018 - 17:36

Muy interesante el artículo. Todavía nos falta mucho camino por recorrer pero creo que poco a poco las ciudades serán mucho más verdes y sostenibles. En definitiva un lugar más agradable donde vivir.

Saludos

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