La ciudad del Coronavirus

por admin
Interrelaciones sociales digitales (Fuente: rtve.es)

Henri Lefebvre definía la ciudad como la proyección de la sociedad global sobre el territorio. Si entendemos, como lo hemos expuesto en el pasado, que el territorio es la suma del medio (natural y artificial) y su población (humana y no-humana), actualmente esa relación queda truncada por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. Así, las medidas adoptadas para atajar la pandemia de la COVID-19 (el famoso confinamiento) anulan la interacción constitutiva del territorio y, por ende, dejan en entredicho la definición lefebvriana de ciudad. No en vano, como ya hemos apuntado antes la pandemia actúa contra la idea misma de urbe.

Sin embargo, si el confinamiento anula la posibilidad de proyectarnos sobre el medio también alumbra la que a nuestro juicio es la característica fundamental de las ciudades y que, por desgracia, muchas veces queda relegada a un segundo o tercer plano, cuando no directamente se obvia. Nos referimos a las personas y sus redes sociales. Y no hacemos referencia a las rede sociales como Twitter, Facebook o Instagram. Sino a aquellas que permiten la interacción social y dan sentido a la ciudad como espacio de relación e intercambio.

La ciudad de la COVID-19 nos ha permitido poner el foco y revalorizar la importancia de las relaciones intrapersonales y la solidaridad.  Pero la crucial importancia de estas redes sociales y los lazos comunitarios se manifiesta a través de esa ventana al mundo que es la esfera virtual. Internet y las herramientas digitales nos permiten redefinir durante el confinamiento la idea misma de ciudad y de barrio a través de su desterritorialización. Así, los límites físicos que definen la ciudad y sus barrios se difuminan y permiten poner en valor a las personas, sus relaciones y una nueva cultura de la solidaridad.

Hiperconexión a través de las redes sociales durante el confinamiento (Fuente: dw.com)

No en vano, ¿qué es el barrio sino una red de interrelaciones sociales tejidas ya sea en el espacio físico como en digital? El coronavirus pone de manifiesto otras maneras de relacionarnos, de solidarizarnos desde lo digital, fomentando las interrelaciones sociales digitales hasta límites que puede resultar hasta estresantes: todo el día conectados, todo el día compartiendo y conversando en una nueva realidad que rebasa los límites de los barrios, ciudades y países, en desde una perspectiva transnacional, promoviendo intercambios que son muchas veces transbarrio y transciudad. Videoconferencias, llamadas, tuits, mensajes, memes por doquier. Compartimos información, pero… ¿nos comunicamos realmente?

Y, sin embargo, a pesar de esta intensificación de la interacción social en el ámbito virtual, seguimos sintiendo una necesidad de contacto físico, del sudor de los otros. Y eso seguramente suceda porque las comunidades y las relaciones se crean desde lo cercano, desde los cuidados y el apoyo mutuo proyectados sobre el territorio.

Por lo tanto, la ciudad de la COVID-19 es la que nos ha permitido (re)descubrir la importancia de las redes sociales y la cultura de la solidaridad como base para promover un cambio de modelo urbano que permita transformar nuestras urbes en entornos más justos, habitables y saludables.

El coronavirus abre esta ventana de oportunidad desde nuestro ordenador, pero también desde nuestros balcones. Pero queda pendiente saber si somos capaces de articular una propuesta y un movimiento colectivo que permita consolidar este cambio. Porque la ciudad que está por venir será como queramos que sea, siempre y cuando seamos conscientes de que el cambio sigue estando en nuestras manos, en nuestra capacidad para reivindicarlo y promoverlo.

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