por Blanca Alonso Ruiz
No es algo nuevo que la división del espacio público ha favorecido a los coches desde la Revolución Industrial y la Segunda Guerra Mundial. Tampoco que el diseño de la ciudad se ha tenido en cuenta desde una perspectiva única y cerrada. Y que la visión productivista ha influido en cómo nuestras ciudades se han desarrollado.
A pesar de no ser un concepto reciente, el término caminabilidad ha cobrado fuerza con la llegada de la pandemia de Covid-19. Aunque algunas ciudades llevan ya años incorporando políticas de movilidad sostenible, otras aprovechan la ventana de oportunidad que les brinda la pandemia para conseguir un nuevo modelo de ciudad.
En general, ambas se centran en la reducción del tráfico rodado y la mejora o ampliación de las zonas peatonales en las zonas céntricas de la ciudad. Aunque medidas como la peatonalización de las calles o la pacificación del tráfico son realmente efectivas, se dirigen solamente a un aspecto de la ciudad: la movilidad.
Este texto propone abarcar las políticas de movilidad, como es la caminabilidad, desde una perspectiva más amplia. Esto se debe a que la ciudad es un sistema complejo de elementos conectados entre sí y es importante tener en cuenta estas conexiones a la hora de realizar cambios dentro de ella.
A día de hoy, necesitamos ciudades que pongan a la ciudadanía y sus necesidades en el centro de las decisiones para crear entornos urbanos más habitables, socialmente justos y resilientes en su conjunto. Es por ello que la caminabilidad ha ganado tanto protagonismo recientemente. Si se plantea la ciudad como un sistema complejo, es necesario una estrategia holística, que funcione como un principio regulador del cambio estructural que están experimentando las mismas.
¿Caminabilidad o urbanismo feminista?
Pese a que tampoco es nuevo, el término urbanismo feminista, podría suponer una buena forma de alcanzar estos objetivos desde una perspectiva más general. Este tipo de urbanismo busca incorporar todas las experiencias de la ciudadanía a la hora de diseñar la ciudad, además de evaluar todos los elementos que definen una ciudad de manera conjunta. De este modo, trata de romper con la dicotomía en el espacio público-privado resultado de una perspectiva única para el diseño de las ciudades. De esta manera, la división del espacio de la ciudad debería representar la pluralidad de experiencias personales, independientemente del género, raza, edad o identidad sexual dentro de los elementos de la ciudad.
El objetivo de la caminabilidad así como el del urbanismo feminista convergen en el objetivo de una división del espacio público equitativo, para romper con la injusta división actual que favorece, respectivamente, a ciertos transportes o colectivos.
Sin embargo, la caminabilidad y el urbanismo feminista no son lo mismo. Por un lado, la caminabilidad es un tipo de diseño urbano que promueve la movilidad activa sobre el resto. Por otro, el urbanismo feminista es una forma de operacionalizar el espacio urbano, una metodología que involucra varios valores bajo un término paraguas. Los valores que guían el urbanismo feminista son la interseccionalidad, la inclusividad, la equidad y el holismo.
Caminabilidad y urbanismo feminista
La investigación realizada en el máster ha pretendido entender, mediante una metodología cualitativa, cómo dos paradigmas urbanísticos pueden trabajar juntos para conseguir una ciudad mejor y más justa, y para ello ha tratado de responder a la pregunta: ¿cómo puede el urbanismo feminista ayudar a la caminabilidad?
Para añadir un ejemplo práctico, se ha utilizado la ciudad de Barcelona como referente de políticas de caminabilidad, gracias a las Superilles, a las pacificaciones y a la zona de bajas emisiones. Además, la ciudad también ha comenzado a emplear políticas con perspectiva feminista e interseccional. En este caso de estudio, se ha tratado de responder a la pregunta de investigación ¿qué podemos aprender del caso de Barcelona?
Finalmente, se han realizado entrevistas, tanto a varias asociaciones en Barcelona como a investigadores locales y a investigadores de fuera de la ciudad, para conocer la situación y ayudar a responder las preguntas de investigación.
Tras el estudio teórico y el análisis de las entrevistas, las conclusiones de la tesis son, en primer lugar, que, si se entiende la ciudad como un sistema complejo de relaciones, es necesario usar metodologías que busquen abarcar los problemas teniendo en cuenta los diferentes elementos y escalas. Es decir, de una manera holística. Por este motivo, el urbanismo feminista o inclusivo es una metodología apropiada para abarcar una mejor caminabilidad en las ciudades.
La investigación concluyó que la perspectiva interseccional del urbanismo feminista puede ayudar a desarrollar mejor la caminabilidad y, en última instancia, a orientar a las ciudades para que alcancen objetivos más humanos. Siguiendo esta línea, es necesario estudiar primero las conexiones que hacen que el problema surja (movilidad y vivienda, movilidad y género, movilidad y discapacidad, etc.) y prever mediante modelos las potenciales consecuencias en todos los ámbitos de la vida urbana.
Barcelona como caso
El caso de estudio de Barcelona refleja cómo la ausencia de este tipo de metodología holística previa a las medidas de caminabilidad ha resultado en problemas secundarios como la gentrificación, el espacio público dedicado a usos productivos o la falta de accesibilidad para ciertos colectivos. Como ejemplo, en el trabajo se refleja la situación que denuncian los vecinos situados en el borde de las Superilles, donde se concentra el tráfico rodado que queda fuera del plan, lo que hace que la calidad de vida de los vecinos empeore. Esta conclusión confirma la necesidad de una metodología como la del urbanismo feminista, con pilares como la participación, que escuchen todas las experiencias de la ciudad y que evalúen los elementos que llevan a esa situación, así como aquellos que se verán afectados por los cambios.
Por otro lado, el estudio del urbanismo feminista para la realización de la tesis y las entrevistas han demostrado que, a día de ho,y el término feminista genera una serie de prejuicios que frenan su utilización. Al entenderse como un urbanismo que solo atiende al género de las personas, se malinterpreta su objetivo.
Desde mi punto de vista, esto ha supuesto una reordenación de las estructuras de conocimiento. El urbanismo feminista era, hasta este año, algo desconocido y ha sido un proceso de aprendizaje en el que ha habido prejuicios. Es necesario reclamar el espacio público de todos y para todos y es importante asegurar un futuro mejor para la sociedad.
Sin embargo, durante el proceso de investigación se hace evidente que no todo el mundo puede deconstruir al mismo tiempo el prejuicio hacia el término. Es necesario un proceso de educación sobre esta perspectiva, para que podamos instaurar este término en la sociedad sin miedo ni prejuicios. Es por esto que, por el momento y en mi opinión, es mejor hablar de un urbanismo inclusivo o de una ciudad cuidadora, como otras autoras han expresado antes, para que este término alcance mayor éxito. Si bien, no se puede olvidar que sin la perspectiva feminista no sería posible llevar a cabo este tipo de urbanismo y espero que algún día no sea necesario justificar el uso de esta palabra.
El futuro
En lo referente a las limitaciones, hay algunas funciones importantes en el desarrollo de la caminabilidad y el urbanismo feminista que han quedado fuera de esta investigación por cuestiones de tiempo y longitud del texto. Entre otras: el uso del suelo, la participación, la gobernanza, el rol de los lobbies o la vivienda, temas que podrían ser interesante evaluar en un futuro. Además, otras ciudades como Viena, a nivel internacional, o Pontevedra, en España, podrían servir de comparación, ya que ambas tienen, respectivamente, más experiencia en el desarrollo de medidas de urbanismo feminista y de caminabilidad.
Por otra parte, aunque haya limitaciones en el estudio de caso de Barcelona, este puede convertirse en un ejemplo para que la próxima generación de urbanistas. De este modo, las futuras generaciones entenderían la ciudad como un sistema complejo y conectado, donde un cambio en un elemento de la ciudad afectará a otros. Además, el caso de Barcelona también sirve para ejemplificar cómo puede haber una diferencia entre los conceptos teóricos y su aplicación en la realidad.
En conclusión, esta investigación se ha centrado en evaluar enfoques alternativos a soluciones que se vienen aplicando desde hace tiempo, como la caminabilidad, por tanto, en encontrar herramientas que puedan mejorar la vida de la ciudadanía y hacer que las ciudades sean más sostenibles, justas e igualitarias a través de la movilidad. El problema de investigación reflejaba cómo hemos convertido las ciudades en lugares no diseñados para la ciudadanía.
Además, la perspectiva feminista en el estudio de la ciudad revela que esta situación se agrava cuando se tienen en cuenta otras variables identitarias. El futuro de las ciudades depende del desarrollo de políticas que garanticen la sostenibilidad y la equidad social.
Con la realización de esta investigación, queda patente la importancia de dar a conocer paradigmas como el urbanismo feminista. Dado su rechazo entre algunos grupos sociales, está claro que la sociedad tiene prejuicios y que es necesario seguir dando voz a terminologías como esta.
Blanca Alonso Ruiz es graduada en el Máster de Movilidad Urbana y Regional de la Universidad de Radboud (Países Bajos) e intenta adentrarse en su futuro laboral. Este texto es resultado de su Trabajo de Fin de Máster: Alternative Methods to Approach Walkability: The Use of Feminist Urbanism in Barcelona.