Otros futuros posibles para la ciudad

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por Landa Hernández Martínez

Un reciente artículo publicado en la web de Dezeen y escrito por Freyja Sewell expone cómo el cyberpunk parece haberse convertido en el estilo hegemónico de la imagen del futuro en el presente. Diversos productos culturales contemporáneos, desde el videojuego Cyberpunk 2077 al auge de las IA de creación de imágenes —donde es, de nuevo, una de las temáticas estrella—, sirven de excusa al autor para reclamar una ciencia ficción diferente y un futuro mejor, no centrado en las imágenes que nos arroja el estilismo pesimista de ese cyberpunk. 

Si bien es cierto que los aportes del cyberpunk no son necesariamente negativos; el asunto también ha servido en los últimos años a diversos pensadores como Mark Fisher, Sadie Plant o Amy Ireland, con lecturas desde el marxismo, la crítica social o el feminismo, para plantear cuestiones filosóficas relacionadas con el devenir de lo humano y sus límites, que ofrecen lecturas y propuestas a algo que, en lo visual, casi siempre se representa como un mundo de existencia individualista, violento, sucio, degradado y dominado por enormes corporaciones cibernéticas.

El planteamiento de Sewell, sin embargo, abre la necesidad de preguntarse y comprobar si esta construcción (visual) retoma el ideal punk por excelencia, el “No future”, pero lo lleva a un callejón sin salida, en una suerte de actualización del lema thatcheriano por excelencia: no hay alternativa. 

¿No future?

Es decir, ¿ese es el futuro triste el único posible al que estamos abocados? Sabemos que el futuro no es un hecho cerrado ni determinado. La propia expresión “no future”, enmarcada por Sex Pixtols en su célebre God save the Queen contenía también la esperanza: “somos las flores en el basurero, somos el veneno en tu maquina humana, somos el futuro, tu futuro”. No es que no hubiera futuro, sino que el futuro estaba abierto y pertenecía una juventud que, y esto estaba claro, por aquel entonces no deseaba el futuro que se le proponía. 

Este acto de rebeldía ante un futuro que no se desea es la excusa que marca el libro Del No Future a las arquitecturas para otros mundos posibles, que recoge las presentaciones, ponencias, diálogos e ideas aportadas durante la edición 2022 del Festival URBANBAT, uno de los espacios de reflexión sobre arquitectura y ciudad más destacados a nivel nacional, ofreciendo diversas investigaciones sobre distintas cuestiones contemporáneas de lo urbano. Antes de preguntarse por el futuro, el festival ha ofrecido un recorrido por temas como la casa (en época de la COVID-19), los cuidados, los grandes eventos culturales o los desplazamientos generados por la gentrificación o el despoblamiento. 

El festival ha apostado en sus más de 10 años por ofrecer distintos formatos de participación, de forma que el diálogo se amplíe más allá de unas pocas conferencias: talleres, exposiciones, programas de radio, realización de pequeñas píldoras en video con nuevas y valiosas ideas y, por supuesto, libros, que extienden en el tiempo y en el espacio las conversaciones y las preguntas. 

Otros mundos posibles 

No es de extrañar que la pregunta sobre el futuro vuelva y se plantee hoy como central. La emergencia climática y las crisis del coronavirus —supuestamente ya superada— o la guerra de ucrania, sumada a aspectos como la precariedad en el empleo o la contaminación del agua y la tierra, parecen haber sacudido cualquier sueño de utopía y abocarnos, una vez más, al pesimismo. Ni siquiera los sueños lúcidos de un metaverso —más cyber que punk— siempre brillante y soleado parecen servir de frente la (eco)ansiendad ante un nuevo caluroso verano que, en formato de meme, se nos presenta como el más fresco de lo que nos queda de vida. 

La previsible falta de futuro producto de las crisis superpuestas que habitamos solo se corrige desde la insistencia en que pueden, y deben, existir futuros mejores. Recoger el malestar y la urgencia, pero no canalizándolos hacia el pesimismo, sino hacia la construcción de algo diferente, y nuestro. Preguntarse por la falta de futuro es preguntarse también por sus posibilidades. Canalizar el deseo, fomentar imaginarios y evitar la parálisis

El libro

Con esas excusas y gracias a los aportes de Pau M.Just, Koldo Gutiérrez, Eurídice Cabañes, Hidden Architecture, Julia Neidig, Jaione Ortiz de Zárate, María Ruiz de Gopegui, José María Torres Nadal, Adolfo Estalella, Bartlebooth —en diálogo con Uriel Fogué, María PTQK, Ane Abarrategi y Diego Sologuren—, el libro aporta argumentos, así como “rupturas, ajustes y proyecciones”, para que, desde el cine, el (video)juego, el big data y la gobernanza algorítmica, las actuaciones frente al cambio climático o las prácticas sociales colectivas, podemos construir unos devenires diferentes, colectivos y propios. Al tiempo, cierra este conjunto de reflexiones con 15 propuestas y herramientas (arquitectónicas y urbanas) de decénas de jóvenes menores de 35 años.

De esa forma, el libro no se limita a analizar lo mal que estabámos o lo bien que podríamos estar, sino que lanza semillas para hacer germinar esos otros futuros.

Unos donde repensar la relaciones con lo natural, dejando de imaginar la cultura humana de una forma escindida de la naturaleza; donde imaginar relaciones sociales más allá de lo humano; donde apuntar a modelos no extractivos (energéticos o de datos); donde volver a definir lo público; a fin de recuperar el control de un futuro que parece perdido, reorganizando, quizá, también la acción colectiva y la solidaridad política.

Y todo ello se recoge en una edición que recoge de forma consciente la estética repulsiva del punk, entregando, más que un libro al uso, un recopilatorio de pequeños manifiestos a modo de fanzine. 

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