Hay esperanza climática en las políticas alimentarias locales

por admin

por Nicole Pita

Resulta difícil escapar del pesimismo ante un panorama climático como el actual, con termómetros que no dejan de batir récords, fenómenos atmosféricos que azotan con fuerza y cumbres internacionales que se suceden sin pena ni gloria, como la reciente COP28 celebrada en Dubái. Y la preocupación es aún mayor en el caso de los sistemas alimentarios. Los gobiernos siguen sin reconocer la importancia crítica de los sistemas alimentarios como palanca de cambio, a pesar de que son responsables de un tercio del total de emisiones de gases de efecto invernadero y de que el caos climático está malogrando las cosechas y lastrando la productividad.

Pero no todo está perdido: hay luz al final del túnel. Basta con fijarse en los municipios y regiones que llevan a cabo encomiables esfuerzos para reducir sus emisiones de carbono y alimentar a sus comunidades sin renunciar a la sostenibilidad.

Existen gobiernos locales que están tomando la delantera con iniciativas verdaderamente transformadoras para los sistemas alimentarios en el seno de sus comunidades y cuyo compromiso de reducción de emisiones es un 35 % superior al que han asumido sus contrapartes a nivel nacional. Ya sea en megaciudades o en pequeñas urbes, las administraciones locales están favoreciendo la conexión directa con los habitantes y poniendo la justicia social en el centro de sus políticas en materia de alimentación y clima, al tiempo que luchan para proteger a las comunidades más vulnerables. Aunque todo ello suele pasar desapercibido. 

La agricultura industrial y los cambios en el uso de la tierra que implica son los principales inductores de emisiones de los sistemas alimentarios. Por su parte, realizar una transición hacia prácticas de producción sostenibles y detener el avance de la deforestación podría suponer una reducción del 18 % del total anual de emisiones e impulsar una mayor resiliencia climática.  De esto es especialmente consciente la megaciudad de São Paulo, en Brasil, que con su programa Connect the Dots busca proteger los bosques y las granjas del entorno rural aledaño frente al desarrollo urbano, ofrece formación en prácticas sostenibles a las explotaciones familiares y las pone en contacto con compradores de la ciudad para que adquieran sus productos ecológicos frescos. Este programa también trata de preservar la mata atlántica, el bioma brasileño más amenazado, y ya ha puesto en contacto a más de 2000 agricultores, restaurantes, supermercados y consumidores particulares.

Y si la producción sostenible de alimentos es crucial, no lo es menos garantizar que esos alimentos no se desperdician. El cambio hacia dietas saludables y sostenibles unido a la reducción a la mitad de la producción y el consumo de productos cárnicos industriales podría eliminar un 8 % de las emisiones anuales y, simultáneamente, mejorar la salud y reducir la presión sobre la tierra y los ecosistemas. Por otro lado, asistimos a una enconada guerra cultural en torno a las carnes vegetarianas y las dietas vegetales que no ha impedido, sin embargo, que una serie de ciudades sigan guiando de la mano a sus habitantes, con tesón y a pesar del ruido constante, hacia dietas más sostenibles y saludables, como es el caso de Copenhague o South Lanarkshire en Escocia

Mouans-Sartoux es una pequeña población de Francia que ha conseguido invertir la tendencia mayoritaria en su país, uno de los mayores consumidores de carne, gracias a una labor silenciosa, sin prisa pero sin pausa. Mediante la coordinación de la actividad de contratación pública con la de productores, distribuidores y consumidores, la localidad ha conseguido reducir su consumo de carne y de productos ultraprocesados e incrementar la producción y el consumo de alimentos ecológicos, de temporada y de cercanía: casi un 60 % de sus habitantes ya han cambiado sus hábitos alimenticios, mejorando al mismo tiempo su salud y los resultados medioambientales y reduciendo su volumen de emisiones de carbono en un 19 %.

Alimentación sostenible en las ciudades. Mouans-Sartoux. Fuente: IPES-Food

En otras ocasiones, son los cambios pequeños los que marcan la diferencia.El Ayuntamiento de Nueva York ha decidido recientemente que en todos los hospitales de gestión pública, 11 en total, se sirvan por defecto menús vegetarianos (aunque los pacientes también pueden optar por menús con carne si lo desean). Esta medida generó una reducción de las emisiones de la alimentación del 36 % durante el primer año, lo que se tradujo en que el consistorio asumiera un compromiso de reducciones del 33 % para 2030 por parte de todas las entidades municipales, como escuelas, centros para la tercera edad, centros para personas sin hogar o, incluso, cárceles.

Un tercio de la comida que consumimos se tira o desperdicia. Esta problemática representa hasta un 50 % del total de emisiones del sistema alimentario y existe evidencia científica que demuestra que esta tendencia está empeorando. En este contexto, la ciudad de Brujas, en Bélgica, ha puesto en marcha una innovadora campaña para poner a disposición de la ciudadanía herramientas para luchar contra el desperdicio. Así, la iniciativa «Food Winners» ofrece formación a sus embajadores locales para que aprendan a cocinar, comprar y almacenar alimentos, y para que contagien su entusiasmo y animen a sus iguales a hacer lo propio. El número de embajadores llegó a los 5000 en 2022, y se registró una reducción del desperdicio del 55 %. Asimismo, han elaborado un manual de buenas prácticas para que sirva de inspiración a otras localidades.

Alimentación sostenible en las ciudades. Brujas. Fuente: IPES-Food

Rascando un poco, podemos encontrar cientos de ejemplo como los anteriores. La labor de los gobiernos locales está poniendo en evidencia el inmenso potencial de la transformación integral de los sistemas alimentarios para una acción climática efectiva y, paralelamente, para impulsar un amplio abanico de beneficios sociales, sanitarios, económicos y medioambientales. Su éxito se debe a la colaboración gubernamental entre departamentos, al establecimiento de mecanismos de planificación, seguimiento y evaluación sólidos y a la creación de procesos y partenariados de carácter inclusivo. Estas administraciones se erigen como modelos para una acción climática que esté verdaderamente centrada en la ciudadanía, y ello a pesar de que el alcance de sus acciones es restringido: los gobiernos locales se las tienen que ver con la limitación de recursos y de poder político y con la crisis del coste de vida.

Las administraciones nacionales y las futuras COP deberían tomar como ejemplo a estas iniciativas climáticas heroicas y partir de lo que las autoridades locales ya están haciendo, apoyando sus acciones con más financiación y ampliándolas a otras ciudades y regiones. Es ahí donde se asienta la esperanza para un futuro más limpio, más saludable y más verde.

Nicola Pita es jefa de proyectos del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles (IPES-Food)

Artículos relacionados

Deja un comentario