De entre los objetivos para el Desarrollo Sostenible que fija la ONU para 2030 destacamos el número 11: Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Se trata de uno de los retos más complicados porque a medida que avanza el tiempo las ciudades serán más grande, habrá más personas viviendo en ellas y los problemas crecerán de la misma manera. Por eso hay que plantear de una manera muy rápida una estrategia para evitar que la pobreza, la contaminación, la vivienda o el transporte sigan suponiendo dificultades a las personas.
¿Qué podemos hacer? Si echamos la vista atrás podemos percibir que, tradicionalmente, el desarrollo urbano en España ha estado fuertemente ligado a la renovación de las infraestructuras básicas y la mejora del parque de viviendas. Esta dinámica tiene un importante impacto durante las décadas de 1970 y 1980, en las que operaciones como el Programa de Barrios en Remodelación constituyen un ejemplo de los procesos de erradicación del chabolismo y de sustitución y dignificación de los barrios más precarios y en peor estado.
Pero la concepción explícita del termino Desarrollo Urbano Sostenible no aparece como tal hasta la segunda mitad de la década de los 90 o principios de 2000. Aunque siguen sin estar en el centro de las políticas territoriales -¿lo están en la actualidad?- podemos empezar a oír hablar de regeneración urbana y revitalización de las ciudades, incluyendo la perspectiva social y medioambiental en los planes. Gracias a esta nueva idea surgen iniciativas como las Áreas de Rehabilitación Urbana y los Planes de Vivienda, tanto a nivel de Gobierno central como autonómico.
Gracias a iniciativas como la Ley de Barrios de Cataluña, el programa IZARTU, el Ecobarrio de Trinitat Nova o el Programa Agenda 21 Local, el desarrollo urbano sostenible encuentra a día de hoy mucha mayor implantación que en décadas anteriores. Sin embargo el ya mencionado proceso de expansión urbana experimentado en España durante las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI hace que las políticas de desarrollo urbano sostenible tengan aún mucho camino por recorrer.
El proceso de crecimiento acelerado de los entornos urbanos –que solo la crisis y el reventón de la burbuja inmobiliaria logró parar, no así en todos los lugares- ha generado entornos urbanos con notables deficiencias en cuestiones de calidad urbana, integración social y del impacto que las ciudades generan sobre el medio ambiente. Por ello, es imprescindible que las ciudades afronten estos retos como suyos:
- Acabar con la desigualdad. Se trata de una situación que no solo hay que revertir, si no que hay que lograr que deje de crecer. Se manifiesta en los entornos urbanos en una segregación espacial de la población, concentrada en áreas urbanas por lo general aisladas, deficientemente equipadas y con bajos estándares de calidad urbana.
- Rehabilitación frente a nueva construcción. Los núcleos poblacionales deben volver la mirada hacia la ciudad existente y apostando por la rehabilitación del parque edificado y la recuperación del patrimonio. El excesivo consumo de suelo debe acabar.
- Fin del abuso de los recursos. La ciudadanía y las autoridades deben tender a modificar los hábitos cotidianos relativos a la movilidad, el consumo y la utilización de recursos que generan importantes impactos ambientales y reducen la calidad de la vida urbana.
- Naturalización. Debemos revisar la relación entre la naturaleza y los espacios urbanos, recuperando modelos más equilibrados, renaturalizando espacios que ayuden a mitigar los efectos del cambio climático. Además, políticas que vayan enfocadas a la reducción del uso del suelo, facilitar la transición urbano-natural e incorporar infraestructuras verdes y azules deben ser priorizadas en la planificación urbana.
Con estos cuatro bloques en la mente no cabe otra que tomar medidas desde hoy mismo que atajen estas problemáticas, frenando primero su agravamiento y, en segundo lugar, paliando los efectos. Para ello es imprescindible comprender que la desigualdad y vulneranbilidad urbanas son un problema multiescalar y multidimensional. Por una parte atañen tanto a variables estructurales-globales que transcienden la escala de ciudad (paro, cambio climático, fenómenos migratorios y demográficos, etc.), como a causas particulares de la configuración socio-urbana de los barrios. Se necesitan soluciones acordes a esta complejidad: de una parte relacionadas con acciones gobernanza y coordinación multinivel (barrio-distrito-municipio-comunidad-Estado) y de otro con programas y actuaciones de carácter integral e interdepartamental. Desde Paisaje Transversal apostamos por la Regeneración Urbana y sus herramientas para llegar a poder hablar de desarrollo urbano sostenible de manera integral: movilidad, espacio público, reactivación económica, cohesión social, educación, cultura, el empleo, etc. Ya apuntamos tiempo atrás iniciativas como las Estrategias de Desarrollo urbano Sostenible (EDUSI) recoge en gran parte estos retos, añadiendo en las últimas convocatorias el enfoque que transita desde el concepto de regeneración urbana hacia la idea más amplia de desarrollo urbano integrado. Queda que en el interés de todos los implicados para aplicarlas esté el mismo planteamiento estratégico y que giremos la vista hacia ciudades de tamaño mediano donde es más fácil poner en marcha las medidas y evaluar su impacto en la calidad de la vida urbana.
Crédito de las imágenes 01 – Construcción de viviendas nuevas cerca del Cementerio Sur de Madrid, considerado los límites de la ciudad (fuente: Daniel Lobo/ Flickr)
02 – Mapas temáticos de Pinto (Madrid) con densidad de población, porcentaje de viviendas vacías y segundas residencias (fuente: Paisaje Transversal)
03 – Vista de las vías del tren de Barcelona (fuente: L’Oriol/Flickr)