El mapa no es el territorio

por Paisaje Transversal

Por Ramiro Aznar Ballarín

Salí del hostal y me dirigí hacia al centro urbano. Según la guía y Google Maps, el recorrido era bastante sencillo. No tenía pérdida. Pero antes incluso del primer cruce algo se torció, literalmente. Atento únicamente al tráfico, no me di cuenta del profundo agujero en la acera al que me acercaba. Las risas de las trabajadoras de un fast-food al otro lado de la calle poco después fueron bastante representativas del resultado tan embarazoso de mi primer paseo por San José. 

Lógicamente ni Google Maps ni la guía me avisaron del socavón en la acera. Y es que el mapa no es el territorio [1]. De hecho, si algo define nuestra realidad es el tiempo. Tiempo que solo avanza en una misma dirección. Hacia delante. Y como decía Gollum: «devora todas las cosas». Aceras incluidas. En este sentido, debemos tener presente que un mapa que hagamos u observemos siempre lleva asociada una fecha de caducidad. El territorio es algo vivo, dinámico, incierto. El mapa es, por el contrario, frío, estático y predecible.

Más de un mes después estaba de vuelta en la capital costarricense. Llegué con bastante antelación para coger el bus que me llevaría hacia el Sur. Sin embargo, no se podía pagar con tarjeta. Así que pregunté a la taquillera por el cajero más cercano y muy amablemente me lo explicó. Cinco minutos después estaba totalmente perdido. Volví a preguntar a dos personas que pasaban por allí, las cuales me volvieron a indicar el camino. Cinco minutos después tampoco había sido capaz de encontrar el ATM. Al final entré en un hospital y pude sacar unos dólares. Llegué justo a tiempo para subirme en el autobús. 

Antes de que penséis que soy un negado siguiendo instrucciones, debéis conocer cómo es el sistema de georreferenciación que siguen allí. Aunque la estructura de toda ciudad y pueblo del país presenta una estructura sencilla en forma de rejilla o malla, cuyas unidades básicas son las «cuadras», los costarricenses se guían contando cientos de metros respecto a referencias cardinales o iconos geográficos. Por ejemplo, para encontrar la Plaza de Sol desde Callao, serían, o bien 450 metros Sur, o bien 450 metros desde los Cines Callao. 

Aunque generalmente cien metros equivale a una cuadra, no tiene por qué ser así para todo el mundo. Y a pesar de nuestra percepción espacial un tanto cuadriculada, las distancias son algo relativo a cada persona. Respecto a las coordenadas cardinales no diré mucho. Incluso los mayores fans de El Último Superviviente (allí A prueba de todo) no tendrán mucha idea de donde está el Norte. Por último, las referencias o símbolos no tienen por qué ser elementos conspicuos para nosotros. Es normal que se traten, por ejemplo, de figuras culturales desaparecidas tiempo atrás: el antiguo higuerón junto a la iglesia es un clásico. Otra vez, el mapa no es el territorio. O por lo menos, no es el mismo territorio para unos que para otros. El territorio es lo que es. El mapa es lo que nosotros queremos que sea. 

Quizás la escena más bonita que experimenté en mi viaje a Costa Rica fue contemplar el amanecer desde el Cerro Chirripó. El monte más alto de toda Centroamérica, desde Guatemala hasta Colombia. A las cinco de la mañana, a casi 4.000 metros el sol fue ascendiendo a través de una manta de nubes que flotaba sobre el mar Caribe. Al otro lado, el Pacífico también se ocultaba bajo otra sábana vaporosa. 

Realicé infinidad de fotos y panorámicas. Y aunque se encuentran entre mis mejores capturas, ninguna puede representar lo que experimenté aquel día. Una vez de vuelta, las subí a Flickr localizándolas correctamente sobre el mapa. Como yo, millones de personas estampan sus experiencias gracias a un sinfín de aplicaciones en diversas cartografías interactivas [2], creando como consecuencia un paisaje virtual. 

Si entendemos que el paisaje clásico esun reflejo específico del territorio, este nuevo paisaje virtual sería entonces una representación de nuestros mapas mentales, cognitivos. Pero, ya por última vez, el mapa no es el territorio. Ni todas las capas de información geográfica podrán representar la realidad, ni toda la suma de tuits, shares, posts, pins, +1s y demás podrán alcanzar el sentimiento de ver amanecer. 

Ramiro Aznar es biólogo, con Máster en Sostenibilidad Urbana y especialista en GIS

Créditos de las imágenes:  Imagen 1: Mapa de Costa Rica según Google Earth. Solo se muestran los bordes fronterizos, el nombre de los países, su capital y montañas y volcanes relevantes (Fuente: Google Earth) Imagen 2: Amanecer sobre el Cerro Chirripó, el pico más alto de Costa Rica (3.820 m) (Fuente: Flickr).

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[1]: el título de la entrada (repetido varias veces en el texto), “El mapa no es el territorio” es una cita de Alfred Korzybskireferente a la relación mapa-territorio. La versión poética de esta interacción se colgó en este mismo blog hace casi cuatro años

 [2]: en mi opinión la más bella aplicación, por su simplicidad estilo Hemingway, para cartografiar experiencias es It happened here. Es curioso que de mis dos aportaciones, una de ellas se haya utilizado para promocionar la página en dos revistas online (aquíy aquí).

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4 comentarios

observer 25 febrero, 2014 - 09:19

Tal vez el mapa sea lo que nos permite sonsacarnos de la experiencia solipsista del territorio íntimo, y ponerlo en común. En su apariencia incorrupta, incluso la experiencia cognitiva de un amanecer es el acto reflejo de todos los amaneceres que se nos han presentado previamente (en la "realidad", en el cine, en la poesía, en el arte…). El territorio como "cuerpo sin órganos" o virtualidad pura, no es más que una síntesis ideal inducida desde la presunción de que toda perspectiva necesita la existencia de un objeto en sí.

icaroviedo 25 febrero, 2014 - 11:07

Borges, Houllebecq en literatura hablan de esto también. Muy bueno el artículo, es necesaria una reflexión sobre el espacio así, para profundizar recomiendo: Doreen Massey y su libro For Space.

Ramiro 25 febrero, 2014 - 13:32

@observer: gracias por tu comentario. Supongo que todo lo que comentas se encuentra en el dilema del árbol que se cae en un bosque, pero como no hay nadie para escuchar el ruido que hace al caer, no existe. De ahí que el paisaje sea algo subjetivo. Y el mapa, su representación (con un determinado fin) tampoco lo sea.

Ramiro 25 febrero, 2014 - 13:34

@icaroviedo: si sigues los links y referencias hablo de ambos autores. Respecto a Massey acudí bastante a ella en mi proyecto fin de máster. Pero gracias por retomarla y compartirla con el resto. Y por supuesto por tu elogio.

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