Recientemente algunos medios de amplia repercusión estatal e internacional —nos referimos al artículo de Anatxu Zabalbescoa «Tras el tsunami de la crisis» en Babelia, el suplemento cultural del El País; y al número 145 de la revista Arquitectura Viva dedicado a los colectivos— se han hecho eco de las nuevas formas de «hacer arquitectura» que algunos colectivos, plataformas, grupos, etc. de jóvenes profesionales venimos desarrollando desde hace algún tiempo. Esta referencia a este tipo de prácticas en publicaciones que han sido muchas veces el escaparate para la arquitectura espectáculo, ha provocado algunas reacciones que consideramos interesante analizar y debatir colectivamente. ¿Se trata de un cambio real de perspectiva en la línea editorial o simplemente hacerse eco de lo que parece se ha constituido en tendencia dentro del mundo de la arquitectura? Este cambio de orientación, ¿responde a la falta de disponibilidad de material sobre la vieja arquitectura o a un cambio más profundo? ¿Paralelamente a esta dinámica, en qué dirección evoluciona el ámbito institucional? ¿Se trata de un hecho anecdótico o de una pauta para el futuro? ¿Realmente el trabajo desarrollado por los colectivos es sostenible económicamente o, incluso, necesario?
Mientras estas y otras tantas cuestiones sobrevuelan en las mentes de muchos de sus protagonistas, comienzan a emerger voces críticas al respecto. Concretamente en lo que al monográfico sobre colectivos de Arquitectura Viva se refiere, ha habido múltiples reacciones. Desde aquellas agrupaciones que optaron por no salir en él, hasta quienes, habiendo aparecido en él, plantean una reflexión sobre la forma y contenido del mismo. En esta misma línea Juan Freire publicaba un artículo en su blog en el que se cuestiona este (supuesto) viraje editorial de la revista así como la influencia real que pueda tener nuestra labor en el devenir de la arquitectura española.
Desde luego todos estos puntos de vista plantean interesantes elementos para el debate que ahondan en muchas cuestiones que han surgido y hemos compartido ante la aparición de estas publicaciones. ¿Somos los colectivos y nuestra labor una alternativa real o una simple moda? ¿Desde estos medios se nos ríe la gracia o hay una apuesta decidida por fomentar un cambio de paradigma en la arquitectura? ¿Hemos contribuido con nuestra presencia en estas publicaciones a legitimar cierto «lavado de cara» de las mismas?
Este artículo no pretende azuzar el debate sobre la pertinencia o no de aparecer en ciertos medios, ni plantear una autocrítica sobre nuestra aparición en ellos. Nos gustaría plantearlo más como una llamada de atención acerca del momento en el que vivimos y de los elementos que contamos a nuestro alcance para promover un cambio paradigma real en la arquitectura.
Porque, más allá de estas lógicas preguntas que nos rondan a muchos, lo cierto es que todas las organizaciones que protagonizamos estos artículos deberíamos de tener clara una cosa: tenemos la responsabilidad de que nuestras formas de hacer y nuestros planteamientos se conviertan en una alternativa real a las prácticas tradicionales de la arquitectura. A todo ese estamento arquitectónico que ha vivido en connivencia, incluso muchas veces ha sido cómplice, de la famosa burbuja inmobiliaria. A fin de cuentas, todavía quedan muchas responsabilidades que depurar. Porque no deberíamos de omitir que la especulación inmobiliaria no ha sido un coto privado de bancos desalmados, promotores codiciosos y concejales corruptos.
No es una simple cuestión de supervivencia. No es un «quítate tú, que me pongo yo». Y mucho menos un debate intergeneracional en búsqueda de culpables y de redención personal. Es una cuestión de hacer posible ese necesario cambio de modelo (no solo) en la arquitectura entre todas aquellas personas que creemos que otra manera de hacer las cosas es posible. Y lo creemos mucho antes del estallido de la burbuja inmobiliaria. En nuestras manos está que estas formas de «hacer arquitectura», esas nuevas estructuras a las que alude Juan Freire en su artículo, no se conviertan en algo coyuntural. Y si, como él mismo apunta, estas nuevas estructuras pretenden transformar el papel de la arquitectura en la sociedad, resulta necesario que nuestra labor se vea acompañada por un proceso de adaptación de las propias instituciones.
Somos conscientes del carácter no definitivo y en constante cambio (en beta permanente) e incluso espontaneidad de estas «nuevas prácticas». Unas estructuras que ponen sobre la mesa continuos interrogantes acerca de las estrategias compatibles para su soporte en todos los niveles, y cuyas soluciones probablemente se encuentren dentro de un proceso de re-elaboración, generalmente por métodos empíricos y en aproximaciones sucesivas.
A nuestro favor tenemos muchos elementos y consideramos que llevamos unos cuantos cuerpos de ventaja a todos aquellos viejos ídolos que se tambalean en la cuerda del viejo orden arquitectónico. Tenemos imaginación, ideas y voluntad de cambio. Manejamos herramientas, términos, concepto y estructuras que nuestros antecesores ni siquiera llegan a enunciar y mucho menos comprender. Por eso tenemos que aprovechar nuestra ventaja para avanzar, para que cuando el viejo orden quiera volver a imponer su visión y modelo (el mismo que nos ha llevado a la burbuja) ya sea demasiado tarde.
Por suerte o por desgracia el futuro y el cambio de modelo está en nuestras manos. Es nuestra responsabilidad demostrar que otra manera de hacer arquitectura no solo es necesaria si no que es posible y es mejor.
Os dejamos algunos artículos de referencia sobre este tema:
http://nomada.blogs.com/jfreire/2012/10/nuevos-modelos-viejas-estructuras.html
http://ergosfera.org/blog/?p=3247
http://nmas1.wordpress.com/2012/09/26/el-apocalipsis-va-a-llegar/
http://www.laciudadviva.org/blogs/?p=15305
http://www.colaborabora.org/2012/11/12/dedicarnos-tiempo-para-pensarnos-en-comun/
http://arquitextonica.net/2012/10/26/revistas-arquitectura-viva-145-colectivos-espanoles/
Créditos de las imágenes:
Imagen 1: Encuentro Arquitecturas Colectivas en Pasaia (Gipuzkoa) en julio de 2010 (fuente: Orphan girl).
Imagen 2: Encuentro de colectivos en el Matadero Madrid en abril de 2012 (fuente: Elaboración propia).
7 comentarios
Los colectivos, seguramente ha conseguido traer mucho aire fresco, lanzandose sin demasiada estrategia en la experimentación más interesante que hemos visto en los últimos años: empezando a trabajar desde la ética, la diversión, lo colectivo, lo político más allá de lo que hemos entendido tradicionalmente por Arquitectura.
Sin embargo me parece que diez años después, el empuje innovador se ve reducido, y puede que debilitado, por una falta de suficiente reflexión interna de cada grupo y colectivo, sobre su estructura y sobretodo sobre su sostenibilidad económica.
Tengo cierta sospecha de que la actual exaltación del supuesto modelo de los "colectivos", también sirve como cortina de humo para que no hablamos de todo lo que las instituciones "oficiales" de la arquitectura han hecho mal antes.
De parte de los colectivos, se aprovecharon los recursos y la visibilidad proveniente del ámbito cultural para continuar con su actividad profesional con dos consecuencias que deben ser problematizadas: por un lado, el esfuerzo dedicado al desarrollo y continuación de proyectos no fue equivalente a la reflexión que debía haberse realizado del propio funcionamiento interno, por otro, esos mismos recursos culturales alimentaron una estructura económica basada en la precarización.
En mi articulo "Creatividad Horizontal: redes, conectores y plataformas" en la revista Arquitectura Viva que citas en este post hablo de todos esos temas. Me gustaría tener una opinión tuya al respecto.
Os paso el link de la versión completa que he publicado en mi blog: urbanohumano.org/arquitectura/creatividad-horizontal-redes-conectores-y-plataformas/, puesto que en la revista han publicado una versión reducida y editada por la redacción.
Como no soy arquitecto me acerco a este tema con cierta alegría y distancia. En todos los medios se dan los mismos debates ¿Síntoma de mediocridad o de que esos son los temas pertinentes? Situarse dentro o fuera del sistema; prácticas políticas frente a simples modas oportunistas y coyunturales; seguir siendo alternativas o meanstream; salir o no salir en Arquitectura Viva, que no quieras salir o que no te saquen; estar satisfechas con nosotras mismas y/o proponernos un cambio de paradigma; restringir el debate a la arquitectura o entender que es una cuestión que va mucho más allá (¿cómo atender lo particular en medio de lo general?).
Quizá un problema es que no somos capaces de articular nuestros propios medios y tomárnoslos tan en serio como los que ya están (por muy decadentes o ruinosos que los consideremos). Seguimos a rebufo y a la contra, en disposición de ser seducidas-absorvidas por un sistema cuya crítica a supuesto uno de nuestros principales activos en el 'mercado'. Creo que el problema es que sufrimos la esquizofrenia, la bipolaridad en solitario. En vez de ponerle remedio, seguimos exacerbando las diferencias entre nosotras para no reconocernos (típica patética costumbre de 'la izquierda') y lo tan triste o incluso peor, seguimos en gran medida dependiendo de sus sistemas de legitimación, les otorgamos un poder que ya no tienen (este debate claramente les otroga una relevancia que no merecen y probablemente incrementará las ventas de este número). No me extraña que al hombre este que editorializa todo le parezca tan gracioso.
Y es que probablemente, nos tenemos que tomar más en serio (desde las micropolíticas y sin dejar de reir).
Tengo dudas sobre algunas de las cosas que se dan por sentadas en el artículo (y en la filosofía del blog-colectivo). Lo que se llama "arquitectura tradicional" es en realidad un fenómeno reciente, aunque sigue la línea de lo que en siglos pasados se llamaba "arquitectura culta", la hecha por un cuerpo de "iniciados".
Con la racionalización y burocratización de las sociedades en el siglo XX, estos iniciados, los arquitectos, pasamos progresivamente a asumir todo el proceso de diseño y gestión de la arquitectura (es un decir pq masivamente se hacía a la sombra de los poderes burocráticos inmediatamente superiores)
Por no extenderme en un análisis complejo, entiendo el interés de estos modos o colectivos, en cuanto que en cierto modo recuperan la forma de hacer tradicional, es decir, la configuración de los asentamientos como un sumatorio de pequeñas iniciativas particulares -en las que funcionaba la autoconstrucción a las órdenes de la sabiduría secular encarnada en los tipos- bajo unas ordenanzas no intrusivas, frente a la forma contemporánea, en que que el sistema burocrático es quién ha venido construyendo nuestro entorno existencial, -aplicando no tipos, sino prototipos seriados- arrebatando los procesos en definitiva a las gentes, a cambio de entregarles el estado del bienestar.
En fin, no quisiera generalizar, ni extenderme y perderme: celebro iniciativas como la aquí expuesta, pero tengamos en cuenta algunos aspectos; las nuevas tecnologías no son nada si no hay ideas detrás, corren el riesgo de, como decía I Illich, alienarlos, instrumentarnos a nosotros en vez de a la inversa; el diseño es muy poco si no hay sabiduría y sentido común; las redes han existido siempre, antaño más próximas e intensas, hoy más extensivas, y en mi modo de ver, a veces débiles o frívolas. No perdamos de vista que iniciativas como las suyas, e ideas auténticas -no seriadas, copiadas, industrializadas- son una minoría absoluta en un internet que es un mar superficial, impaciente, avasallador, poco apto para la serenidad.
Un saludo, y mi apoyo
Nosotros como colectivo mamamos de las prácticas artísticas y, tenemos las referencias Lutter Blisset, Wu Ming, y todo ese universo situacionista. El colectivo en estos casos se entendía como un formato que se posicionaba políticamente frente a la idea del autor, que sustentaba toda una lógica de mercado. El artista y su obra sostienen una marca y avalan un producto, frente a este modelo el colectivo se contrapone diluyendo la autoria y por tanto las lógicas mercantiles. La identidad múltiple es un estrategia combate este concepto decimonónico de la autoria pero a su vez permite la apropiación por parte de cualquier individuo.
El individuo se suma a la colectividad como sujeto de una masa critica sin prescindir de su autonomía. Entendemos que este es unos puntos del debate planteado y es aquí donde creemos que tenemos que hacer unas consideraciones ¿es el colectivo una identidad que suplanta a al individuo? ¿El colectivo es una nueva marca o identidad que reproduce el modelo tradicional? ¿ existe el peligro de desactivar el trabajo individual o sin embargo se potencia?
Nosotros entendemos que el colectivo se articula como una unidad liquida mutable y en constante transformación. Entendemos que la implicación tiene que ser articulada baja un proyecto no una marca. El colectivo siempre lo hemos entendido como una identidad múltiple y apropiable postulado como una estructura de trabajo abierta, primando en último término la identidad colectiva, el trabajo en código abierto, estructuras horizontales y la participación directa, frente a estructuras jerárquicas verticales regidas bajo los canones tradicionales de la autoria.
Renunciados a circunscribir nuestro trabajo en áreas profesionales concretas y cerradas como colectivos de arquitectos o como colectivos de artistas nos parece un poco reduccionistas y simplista caer en estas categorías que no se corresponde con el funcionamiento cotidiano en el que compartes el trabajo con diferentes profesionales y usarios de perfiles muy diferentes.
Creemos que es una tarea pendiente realizar un trabajo en el que se ahonde sobre esta cuestión para que de alguna manera el término de “colectivo” con todos sus matices pueda ser interpretado y entendido en sus múltiples aproximaciones y formatos. Puede ser un error caer en una definición muy categórica de lo que es y supone trabajar en colectivo pero si pensamos que puede ser un buen ejerció recoger que figuras y proyectos quedan recogidas baja la identidad colectiva. ¿ No se si alguien se anima?
Otro de los temas centrales del debate es la sostenibilidad y formalización laboral de los colectivos en el ámbito profesional. Y pensamos que aquí hay mucha tela por cortar. Por un lado muchos de los colectivos han centrado su campo de actuación en el activismo muy vinculados a los movimientos sociales. Por lo que su trabajo era una practica informal al margen de su actividad profesional alimenticia. El tema es que estas practicas tienden a normalizarse y existe un interés creciente por parte de muchos colectivos de conciliar su trabajo profesional con practicas mas militantes. Y es aquí donde esta el meollo de la cuestión y surgen preguntas y preocupaciones que pensamos que son compartidas. ¿Existe un mercado laboral que cubra estas expectativas o hay que inventárselo? ¿Cuales son los instrumentos para que esta reivindicación tenga visos de realidad? ¿Existe el peligro de que la profesionalización tienda a desactivar algunas prácticas y reivindicaciones políticas?¿ En que formatos y bajo que entidades jurídicas se pueden desarrollar este trabajo? ¿Existe una masa crítica que posibilite un cambio en los modelos y esto permita la introducción de nuevas prácticas? Hay infinidad de cuestiones que surgen alrededor de este tema y nos gustaría compartir con vosotros estas inquietudes.
Y por ultimo queríamos sumarnos a la reflexión de Juan Freire realiza cuando habla de los peligros de colocar la crisis como origen de este cambio de paradigma de las prácticas arquitectónicas. En algún caso se ha dado a entender que la coyuntura de crisis ha sido el motor de ola creciente de colectivos sin atender a los antecedentes existentes. Es cierto que esta coyuntura ha sido un catalizador pero pensamos que es un error reducionista atribuirlo única y exclusivamente como una cuestión coyuntural de la crisis ya que este movimiento proviene de tiempo atrás. Parece que estas afirmaciones consideran que el creciente intereses por los colectivos son simplemente una respuesta a las condiciones labores desde un punto de vista meramente instrumental sin tener en consideración el posicionamiento crítico que esta detrás. Dejamos algunos interrogantes mas ¿Son los colectivos una respuesta frente a la crisis?¿son los colectivos una moda pasajera? ¿Si es así no deberíamos matar el movimiento?
Sobre el debate de los medios, estoy un poco en línea que Ricardo deja entrever en su comentario. La relevancia de esa cuestión no creo que esté en la coherencia de la línea editorial, ni en la posible distorsión o aprovechamiento por parte de la revista, ni la pertinencia u oportunidad de publicar algo así ahora. En este caso en concreto, ninguno de esos aspectos lo veo muy claro. No conozco bien al editor y no puedo especular sobre sus intenciones, como tampoco estoy seguro de que no haya habido un pequeño trabajo de "hackeo" a la línea editorial de la revista por parte de gente que me consta que trabaja allí y que a la vez son parte de lo que yo llamo medio en broma la "movida 2.0". Sí tengo bastante claro que sin esa gente no habría sido posible ese número.
Pero a lo que iba: a mí ese debate me interesa sobre todo porque relanza la eterna pregunta de si debemos construir alternativas en paralelo, con nuestros propios medios y a nuestra manera, o meternos dentro de aquello que queremos cambiar, aceptando sus normas sólo con el fin de conseguir una transformación desde dentro. Para mí, probablemente ambas formas de trabajar son necesarias y complementarias, y en ese sentido, no me parece mal que se haya publicado eso en AV, es un trasvase de un ámbito a otro que creo que deberíamos hacer más y desde luego, mejor.
Respecto de estas preguntas que lanza TXP, voy a atreverme a mojarme un poco:
¿Son los colectivos una respuesta frente a la crisis?
No creo que sean una respuesta a la crisis. Nunca se produce un cambio de paradigma tan grande por un simple gesto de "contra". Como decía Einstein "No podemos resolver los problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando se crearon." Y aquí creo que se ha generado un nuevo tipo de pensamiento previamente incluso a la evidencia del problema, y de pronto, se hace por ello mucho más relevante.
Los colectivos, seguramente ha conseguido traer mucho aire fresco, lanzándose sin demasiada estrategia en la experimentación más interesante que hemos visto en los últimos años: empezando a trabajar desde la ética, la diversión, lo colectivo, lo político más allá de lo que hemos entendido tradicionalmente por Arquitectura.
¿Son los colectivos una moda pasajera?
Tampoco me parecen una moda pasajera, pero sí, como comentaba Doménico hace poco, posiblemente una "burbuja", en la que (permitidme generalizar un poco burdamente) gente joven, con cultura, sin ataduras y apoyada en la comodidad de un estado de bienestar preexistente, ha podido permitirse el lujo de reimaginar el mundo y hacerlo al margen de su propio sustento. De ahí que este "nuevo paradigma" sea una creación cultural colectiva de una pureza y limpieza tales, que apenas nos atrevemos a "mancharlo" con esos asuntos "sucios" de los que no nos habíamos ocupado mucho, al menos abiertamente, hasta ahora: la relación con la economía y "los mercados", con lo jurídico y lo legal, con las instituciones…
¿Si es así no deberíamos matar el movimiento?
Creo que está claro que NO debemos matar el movimiento. Al contrario: debemos evitar que muera, se ahogue o corrompa por sí solo cuando se nos acabe ese combustible prestado que llevamos. Siguiendo esa metáfora, tenemos que buscar un combustible propio, tan propio como las ideas que nos impulsan.
Como dicen con inmejorable claridad desde Paisaje Transversal, "tenemos la responsabilidad de que nuestras formas de hacer y nuestros planteamientos se conviertan en una alternativa real" a las prácticas que creemos mejorables e intentamos superar. Tenemos que empezar a hacernos preguntas oportunas, soportando los escozores que nos provoquen y tratando de liberarnos de los principios enquistados que se remueven en nosotros.
Por último, recogería todas las demás preguntas lanzadas por TxP, y las extendería. Creo que hay que ir más allá, y hacer lo mismo para otras formas de "trabajo con otros", actuales o por venir. Tenemos que dejar de hablar sólo de colectivos, o no lograremos imaginar nuevas formas de trabajar juntos. Es más, hay que buscarlas activamente, y si no las encontramos, esbozarlas, ensayarlas, fijar lo que funcione… y hacerlo en común.