Del 17 al 20 de octubre, Quito se convirtió en el centro de un debate mundial sobre el futuro de nuestras ciudades en el marco de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible. Más de 35.000 personas –académicos, alcaldes, activistas y numerosos periodistas, además de otros colectivos– se dieron cita en la capital de Ecuador para afrontar cuestiones clave vinculadas al presente y al futuro del urbanismo y para firmar la Nueva Agenda Urbana (NAU). Ésta ha sido diseñada para ser la estrategia global que orientará durante los próximos 20 años el desarrollo urbano mundial.
Sin embargo, también tuvieron lugar numerosos eventos realizados al margen de la conferencia, como Hábitat 3 Alternativo y Resistencia Hábitat III, puesto en marcha por movimientos sociales de todo el mundo en la Universidad Central de Ecuador (UCE). Numerosos especialistas en urbanismo coinciden en señalar que la conferencia ha tenido más sombras que luces. “Evasión de los problemas reales de las ciudades y territorios, discursos fatuos, exclusión y escepticismo” es la opinión de Jordi Borja, geógrafo y urbanista, profesor emérito y Presidente del Comité Académico de los Programas de Posgrado de Ciudad y Urbanismo de la UOC.
Para Pedro Bravo, periodista, escritor y autor de Desde mi bici, un blog sobre temas urbanos en Eldiario.es, no habrá repercusión directa entre la nueva agenda de Habitat III y los futuros proyectos urbanos. “La ONU ha dejado claro que sólo es una guía, una serie de recomendaciones. Podrá por eso servir como un catálogo de prácticas, buenas, malas y regulares, para hacer cosas o impulsar políticas por parte de alcaldes y municipios”, explica.
En su opinión, no es buen síntoma que el evento no haya atraído la atención no sólo de España, sino del resto de Europa. “Que no haya buena información sobre asuntos urbanos es una tara; puede que los problemas aquí no sean exactamente los mismos ni estén en el mismo momento histórico que en las ciudades de América Latina o Asia, pero aquí también andamos carentes de conocimientos necesarios para exigir y hacer ciudad entre todos”, afirma Bravo.
El mensaje general de la conferencia hizo hincapié en la necesidad de abordar las desigualdades sociales, los problemas económicos en las zonas urbanas y rurales, así como lograr ciudades más inclusivas. Sin embargo, han sido numerosas las críticas a la escasa participación e inclusión de la población en los eventos del congreso, algo que para Pedro Bravo tiene que ver con el hecho de que era “en general un evento más de arriba a abajo que viceversa”. Por suerte, los eventos paralelos garantizaron “programación contraria de lo más rica, y eso unido a la oficial, lograron que la semana fuese todo un empacho de conocimiento y contactos”, concluye el periodista, para quien el resumen de Habitat III radicaría en que “está casi todo por hacer”.
Poca repercusión a corto plazo
Más crítico se muestra Julián Salas, doctor en Ingeniería Industrial, investigador del C.S.I.C y creador del Programa Iberoamericano CYTED, quien ha presentado en Quito su libro: De Habitat II a Habitat III. Construyendo con recursos escasos en Latinoamérica. En su opinión, no cree que HABITAT III “tenga repercusión reseñable en los proyectos urbanos de las ciudades más desarrolladas, ni repercusión alguna en los proyectos urbanos de los países en desarrollo”, explica. Para Salas, en el evento no se han mencionado “las necesidades del hábitat rural, que aunque minoritario, supone el cobijo de más de 3.000 millones de seres humanos”.
Para este especialista, uno de los pocos españoles que ha asistido a las tres ediciones de HABITAT, la convención ha pasado por alto “los aspectos cuantitativos de las necesidades que afectan a la humanidad”. Para explicar esta afirmación, menciona el ‘Housing at the Centre of the New Urban Agenda, UN HABITAT’, un documento que cuantifica en forma de gráfico el número de personas viviendo en tugurios, ‘slums’, en países en desarrollo. Una cifra que alcanzó los 880 millones en 2015, y que en el año 2000 era de 792 millones.
Sin embargo, matiza: “Una de las conclusiones más significativas ratificada por las 37 instituciones que participamos en el trabajo colectivo por encargo de UN Habitat es que el número de personas viviendo en estas condiciones alcanzaba los 2.890 millones, el 39,31% de la población mundial”.
Para Joan Subirats, Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona, Catedrático de Ciencia Política y fundador e investigador del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Barcelona, “la declaración acierta en los diagnósticos, ignora las causas y no explica las palancas ni los actores del cambio; refleja equilibrios con países que tienen poco en común, y ello obliga a marginar temas como la diversidad de género o el debate de fondo sobre derechos y libertades”, sostiene. El catedrático echa en falta que haya política en la nueva agenda. “Política y debate sobre la democracia urbana que queremos”, matiza.
El debate de los foros no oficiales
Algunos de los debates más potentes se originaron, precisamente, de manera no oficial. Mateo Fernández-Muro, arquitecto, activista urbano y Máster en Diseño y Ecologías Urbanas, colabora actualmente con las comunas indígenas de Quito, desarrollando herramientas y planificando una producción urbana autónoma y emancipadora. Él prestó especial atención a los eventos alternativos a HABITAT III, de los que destaca que “proponían una ciudad producida por, para y con sus habitantes”. Este enfoque no se limitaba al plano teórico, explica, sino que la propia organización de los foros no oficiales permitía poner esta visión en práctica a través de “eventos inclusivos y abiertos a todo el público, descentralizados a nivel administrativo y distribuidos geográficamente por toda la ciudad”.
En su opinión, estas iniciativas permitieron “un diálogo mucho más productivo y abierto al conflicto que, por el contrario, la oficialidad de Habitat III no hacía sino neutralizar”. Para Mateo Fernández-Muro, el marco en el que se desarrolló esta edición no ayudaba a los propósitos que perseguía: “Un recinto cerrado y segregador, rodeado de vallas de seguridad, muy vigilado y excluyente, donde parecía que la intención era que ponentes y visitantes pudieran moverse de un pabellón a otro sintiéndose a salvo de una ciudad y de una ciudadanía extraña y amenazante”, lamenta. “Es difícil imaginar con cuánta realidad se habrán topado los ponentes, sabiendo que todas las calles y edificios aledaños al recinto de Habitat III fueron restaurados y maquillados unas semanas antes del evento”, explica.
Pequeñas dosis de optimismo
A pesar de sus críticas, para el especialista hay un pequeño margen de optimismo: “Pese a que Habitat III excluía el conflicto y la crítica urbana en el interior de su recinto, sí ha conseguido catalizar una serie de dinámicas de resistencia a su alrededor que, paradójicamente, han sembrado y generado conflicto en el espacio urbano de Quito durante los días que ha durado la cumbre”. Se ha logrado que durante unos días “se hable de ciudad más de lo que estamos acostumbrados, pero menos de lo que deberíamos”, puntualiza.
Todos los especialistas coinciden en señalar que la Nueva Agenda Urbana, como las anteriores agendas, no es vinculante ni para la ONU ni para los Gobiernos de los Estados que la han redactado. Para el arquitecto urbanista Félix Arias, el principal problema reside en la redacción y aprobación de la Agenda, en la que “sólo han participado funcionarios de los gobiernos, sin que la Agenda se aprobara por los gobiernos y muchos menos por los parlamentos de cada país”. Y critica que se haya dejado fuera, “una vez más, a los principales actores: gobiernos locales, movimientos sociales y otros agentes, verdaderos protagonistas de la producción social de la ciudad”.
Sobre las cuestiones conflictivas que podrían haberse abordado en esta edición, Arias puntualiza que este tipo de organización se “basa en el consenso y trata de evitar puntos de fricción”. “La principal cuestión que se ha evitado es el Derecho a la Ciudad, que los gobiernos se han negado a incluir en la Agenda; ni siquiera se ha establecido qué es el derecho a la ciudad”, sostiene.
Una de las críticas que hace este arquitecto urbanista es que no se culpabilice al modelo económico. “Parece que las cosas sean así por naturaleza. Y tienen el desparpajo de plantear en la agenda que se comprometen a ‘erradicar la pobreza’”, lamenta.
A diferencia de sus compañeros, se muestra más escéptico sobre la utilidad de la nueva agenda: “Es más bien un retroceso respecto a las anteriores, ya que no sólo no se avanza en compromisos efectivos, sino que tampoco hace un balance de por qué a 40 años de Montreal y 20 de Estambul, seguimos hablando de los mismos principios, mientras contemplamos cómo avanza la urbanización, y crece la desigualdad socioeconómica y el malestar político”, puntualiza.
Para Jordi Borja, “Habitat se ha devaluado y es probable que desaparezca o se reforme a corto plazo”. Profesionales “decepcionados por el Habitat II y el Habitat III dicen basta”. Sin embargo, “esto no es garantía de un cambio en favor de las mayorías sociales pues, si está teledirigido por los gobiernos de los estados, el cambio será para no cambiar”, explica.
Para los expertos, la nueva edición tendrá que hacer frente a una fuerza social y cultural que exige gobiernos fuertes y cercanos a las poblaciones. Y mirar a la cara a las políticas que reduzcan de manera efectiva la injusticia espacial y que garanticen ese derecho a la ciudad del que tanto se habla sobre el papel.
Créditos de las imágenes:
Imagen 01: Sombras y luces en la cumbre Hábitat III (fuente: Segundo Enfoque)
Imagen 02: En Hábitat III, decidimos el futuro de las ciudades ¿juntos? (fuente: Naciones Unidas)
Imagen 03: Antidisturbios conteniendo a la población fuera de la cumbre (fuente: Pedro Bravo)
Imagen 04: Contraste y desigualdad en las favelas de Morumbi (fuente: Alexandre Meneghini / AP)