A lo largo de los últimos meses hemos llevado a cabo un proceso de análisis, participación y planificación que ha dado lugar a una Estrategia y Plan Especial de Reforma Interior para la regeneración urbana del Ensanche de Albacete. Os contaremos en profundidad más adelante sobre el proyecto Regenera Ensanche pero nos gustaría empezar por el principio a contaros esta historia: la historia de una villa en un lugar de La Mancha y su crecimiento desde el cruce de caminos en un principio a lo que conocemos hoy por Albacete.
Historia del Ensanche de Albacete
Al principio siempre hubo algún camino serpenteante ajustándose a la topografía, tal como los animales decidían hacer senderos con su marcha. En algunos lugares aparecieron sombras bajo los árboles, lugares de parada junto a riachuelos o en el cruce con otros caminos, y con el paso de las estaciones, año tras año, se fueron habitando. Así comienza esta historia.

Cruce de caminos
La ciudad de Albacete surge en el punto medio entre el centro y la periferia peninsular, entre tres promontorios que se erigen sobre el extenso territorio de Los Llanos: el Alto de la Villa o Villacerrada, el Cerro de San Juan y la Cuesta de las Carretas, y en cuyo pequeño espacio se mantendrá la ciudad desde la Edad Media hasta inicios del siglo XX.

De acuerdo a su posición isotrópica como cruce de caminos en un espacios sin orografía, la ciudad se proyecta hacia su espacio circundante de forma radial, siguiendo los principales caminos hacia Madrid, Ciudad Real, Jaén, Murcia, Almansa y Requena.
Siguiendo esta geometría dos ejes destacan en el crecimiento de la ciudad de los años 20-30: “… una estructura directriz de tipo radial en la que van a primar como ejes el camino de la feria y el que va al Parque de Canalejas” (Magán, 1997).
La construcción del edificio de la Feria a finales del siglo XVIII hacia el oeste (camino de Jaén) es una operación ilustrada que ubica un magnífico complejo en el espacio donde se organizaba la feria y supondrá la creación de una nueva línea de crecimiento urbano. Hacia el sur (camino de Murcia), el desagüe natural del centro histórico del Albacete marca el llamado Val General, lo que hoy conocemos como la calle Ancha y que terminará de definirse con la creación en su prolongación del parque Canalejas a inicios del siglo XX.
Estas dos líneas señalarán los límites radiales del futuro Ensanche de Albacete (con mayúsculas porque ensanches hay algunos más).

Los ensanches de Albacete
El primer plan de ensanche de Albacete (1907-1911) es obra de Francisco Manuel Martínez Villena. Este plan contiene la creación del citado Parque de Canalejas (Abelardo Sánchez) y recoge la intención señalada por el edificio del Ferial de insertar dotaciones en los intersticios de los caminos que confluyen en Albacete para cuajar de sentido la estructura viaria y territorial.
El siguiente Plan de Ensanche es mucho más ambicioso y será el que dé forma al Ensanche de Fátima y Franciscanos, fue obra de los entonces arquitectos municipales Julio Carrilero y Manuel Muñoz (1920-1922). La prosperidad que vive la ciudad se refleja en este desmesurado plan consistente en una ciudad expandida en mancha de aceite. Siguiendo las ideas del plan Cerdá, se propone una retícula de manzanas, de menor tamaño -70 a 80m-, dispuestas en una estructura radioconcéntrica alineada a todos los caminos que llegan a la ciudad y con el Alto de la Villa como centro irradiante.
«El éxito de la posterior implantación de este Plan en Albacete es,
justamente, nuestro mayor problema hoy«
La arquitecta Elia Gutiérrez Mozo explicaba de forma muy precisa en 2003 las consecuencias de este Plan de Ensanche redactado en 1922 y aprobado en 1929. “El éxito de la posterior implantación de este Plan en Albacete es, justamente, nuestro mayor problema hoy. Un Plan que no prevé ni una sola zona verde, ni una dotación, nada más que viviendas y más viviendas embutidas en pequeñas manzanas entre calles estrechas. Si a ello añadimos la omnipresencia del coche, el rey de la selva, tenemos el colapso total de un modelo de ciudad en el que urge intervenir a la mayor brevedad” (Gutiérrez, 2003).

La estructura se llevó a cabo tal y como se muestra en el plano más reciente, el de 1925, salvo por algunas subdivisiones de manzana (como la creación de la calle Pedro Coca), o agrupaciones (eliminación de la manzana en triángulo entre Rosario y Bernabé Cantos).
De la misma época son esta colección de planos, donde pueden verse importantes diferencias en el trazado que tendrá el Ensanche, la trama de Fátima gira de sureste a este y la trama de Franciscanos se desdobla ligeramente en torno a la calle Rosario, como las conocemos a día de hoy.

Sin embargo, lo más sorprendente de este Plan es la previsión ad infinitum, sin límite. Ni siquiera en la propuesta de mayor escala se intuye un remate para el ámbito, más allá de unas vías intermedias concéntricas. Precisamente de ese necesario remate surge la principal modificación que sufrió poco tiempo después este trazado.
En los años 30, para permitir el desvío a los viajeros, se traza la avenida de la Circunvalación que cierra el barrio, pero esta no gira a la altura de la calle Francisco Pizarro, como sería natural, sino en Torres Quevedo, rompiendo la geometría de vías paralelas y forzando a que la calle Arquitecto Vandelvira haga una curva para enlazar con Hermanos Jiménez y robe protagonismo a María Marín, la a priori previsible ronda interior.
Continúa (…)
Te contamos más en la continuación de este artículo: Desarrollo urbano de un ensanche. El caso de Albacete (II)
Referencias:
Gutiérrez Mozo, Elia (2003). Urbanismo social: por una ciudad más justa y amable.